CICLO DE ANTHONY MANN CON JAMES STEWART

Dadle a Mann un paisaje, una montaña y un itinerario. Y ya tendremos una obra maestra     
(André Bazin).
El realizador que más he estudiado, mi director favorito, es John Ford. En un plano expone más rápidamente que cualquier otro el entorno, el contenido, el personaje. Tiene la mayor concepción visual de las cosas y yo creo en la concepción visual de las cosas. El impacto de un solo y pequeño plano que puede hacernos entrever toda una vida, todo un mundo, es más importante que el más brillante de los diálogos (Anthony Mann).

La obra de Anthony Mann empezó a rehabilitarse a mitad de los años 50 en Europa y después en Estados Unidos, precisamente cuando rueda sus westerns. No cabe duda, como dice Ángel Comas (1), que si nuestro hombre no hubiera dirigido films del Oeste hoy sería señalado como meramente “buen artesano” y se acabó. El reconocimiento total y absoluto en su país de adopción, donde rodó la mayor parte de sus películas, llegó a finales de los 60: p. e. en el libro donde se  revisaba nombres de realizadores injustamente olvidados a cargo de Andrew Sarris, “The American Cinema” (2), donde ejercía entre una correcta y discreta defensa sin mucha pasión ni admiración (este libro, 1968, y algunos otros, además de varios escritos, aparecieron al final de la década, cuando Mann había ya fallecido). Sin embargo, los primeros estudios sobre Mann reconociendo el valor de su obra aparecieron --- como en otras ocasiones --- en Francia: a la biografía y estudio de J. C. Missianen, editado en 1964 (3) se le suma el extenso artículo de Jean Wagner (4) dentro de una antología cinematográfica (1968) además de diversas entrevistas y escritos en revistas como “Positif”, “Sight and Sound", “Cahiers du Cinema”, “Presence du Cinema” y alguna otra. En nuestro país Pascual Cebollada (“Revista Internacional de Cine”) y Félix Martíalay (“Film Ideal”) fueron los introductores de Mann en el Olimpo de los grandes realizadores para ser después, en diversos artículos, los Quim Casas, Javier Coma y algún otro los más destacados estudios que mantienen la llama viva de la afición por el cine de Mann. Mi amigo Fernando Alonso Barahona (5), perteneciente al “Círculo de Julián Marías” y gran conocedor de la filosofía de Ortega y Gasset escribió el primer estudio en español (1997) donde, por cierto, al finalizar su estudio enumera una lista de personas admiradoras de la obra de Mann donde aparece quien suscribe estas líneas. Más adelante se editó por parte de la Filmoteca Nacional, el festival de San Sebastián y el Ministerio de Cultura el monumental estudio (traducción) de Jeanine Basinger (2004) cuyo original se fecha en 1979 y que sigue siendo una de las principales referencias (6), como se indica en la introducción, para el estudio del realizador. Alonso al igual que Comas se queja, con razón,  del tiempo oscuro del Mann olvidado; finalmente tiene buena prensa pero no suficiente ¿Por qué no fue reconocido Mann hasta después de unos veinte años tras la cámara? La respuesta es que comenzó su carrera cinematográfica en el restringido círculo de serie B. Filmó una serie de cine negro que, como otros, difícilmente traspasaría las fronteras de Estados Unidos y que ahora conocemos gracias al soporte en DVD. También realizó alguna comedia y algún que otro musical pero fue el “cine negro” (policíaco, gangsters, atracos, bandidos) que constituyó una dura pero valiosa tabla de aprendizaje. En varias de estas películas se entrevén valores incipientes para sus grandes películas y obras maestras de los años 50. Otra causa del injusto olvido (al menos en un principio) es que Anthony Mann pertenecía a la segunda generación de directores norteamericanos, los que no trabajaron en el cine mudo y si fue difícil reconocer a los primeros (Raoul Walsh, John Ford, King Vidor, Howard Hawks, Cecil B. DeMille) aún lo fue más para los segundos (Anthony Mann, Nicholas Ray, Robert Aldrich). El estreno en Europa de “El hombre del Oeste”, despertó la afición y el entusiasmo de crítica y público (algunos ya le habían reconocido “oficialmente” desde el estreno de “Horizontes lejanos”) y en España Anthony Mann fue más recordado, al menos en un principio, gracias a su segunda esposa: Sara Montiel (Mann se casó tres veces, el matrimonio con Sara Montiel - había una gran diferencia de edad entre los conyugues, quizás la causa principal de la ruptura - duró casi seis años, 1957-63).

En  Point Loma (hoy forma parte de San Diego) nació Emil Anton Bundmann un 30 de junio de 1906, sus padres, profesores en filosofía eran de origen judío, emigrantes de Alemania. El joven estaba  perfectamente dotado para la interpretación y enseguida demostró una vocación “teatral”. Al morir su padre tuvo que abandonar sus estudios para trabajar de mozo en la Westinghouse pero gracias a su empeño logró ser actor secundario en el Triangle Theater para ser más adelante regidor y trabajar con grandes directores de teatro como David Belasco, Chester Erskin y Rouben Mamoulian (también realizador cinematográfico) de quienes confiesa haber aprendido mucho. Después de fundar una pequeña compañía de teatro casi en plan de aficionados (1934) conoció al productor David O’Selzneick quien vio en el joven Mann un futuro talento para el cine y se mantuvo en la Selznick International Pictures hasta su disolución en 1941 (intervino en la dirección de actores, ayudante de cámara, montaje, entre otras, de la famosa “Lo que el viento se llevó” y “Rebeca”). Un corto espacio de tiempo de aprendizaje en Paramount, como asistente o ayudante de directores de prestigio y la misma productora le ofreció dirigir un policiaco en 1942: “Dr. Broadway”, con la condición de realizarla en 18 días.

Forjó, poco a poco, un estilo conciso, seco abstracto, de extremada belleza mineral, en que el paisaje se convierte siempre en determinante y detonante de las reacciones básicas de los personajes, acompañándoles simbólicamente en su degradación o superación, decorado vital y pauta narrativa al mismo tiempo”. Quim Casas (7).         

Todos los estudiosos de la obra de Mann y cualquier interesado y/o aficionado sabe la importancia del paisaje en su obra, utilizándolo como una herramienta más. No buscó el esteticismo gratuito, nunca se decantó por el barroquismo y jamás cayó  en el error del decorativismo gratuito como pasa, en muchas ocasiones, hoy en día. Mann fue un gran pintor el paisaje, como un personaje más, nunca como ornamentación o simbolismo (equiparar paisajes agrestes con caracteres humanos igualmente agrestes), los paisajes son hostiles a veces al ser humano y este tendrá que vencer gracias a su astucia y con una fuerte dosis de violencia. Así, especialmente en sus westerns, donde predominan los espacios abiertos, demuestra que era un gran realizador pero también en las obras de encargo donde tiene más importancia los espacios cerrados (principalmente en el cine negro) y escenas intimistas aunque no tuviera tanto presupuesto ni tanta libertad de acción; en Mann todo es pasión, fuerza, acción, no hay lugar para la decoración pasiva, como escribe Fernando Alonso Barahona. Su estilo es directo, nítido y pragmático, suprimiendo en su totalidad lo superfluo que pueda entretener y desviarnos la atención de la puesta en escena, no usando jamás artificios ni efectismos (vicios de la cinematografía actual de género) y dando importancia a la palabra pero más a la imagen. Para Mann la imagen explica la historia mientras las palabras sirven para subrayar esta imagen. El estilo de nuestro hombre no varió en los cambios de sistema y formato: del blanco/negro al color, de la pantalla corriente a la panorámica o al Cinemascope (“No creo que el procedimiento técnico presente una importancia capital. Lo que cuenta es lo que se muestra en la pantalla”. Anthony Mann).

El paisaje como un personaje más, luego la violencia. En el ciclo con James Stewart el héroe tiene un pasado turbulento y un futuro dudoso. Busca una paz, una huida de su pasado que ha de ganársela luchando; ante los inconvenientes y las injusticias responde con un estallido de ira después de unos instantes de rabia contenida. Los héroes de Mann se mueven para redimirse de un pasado oscuro (“Horizontes lejanos”), por venganza (“Winchester-73”, “El hombre de Laramie”), para rehacer su vida (“Colorado Jim”), para cumplir un trabajo que le reportará beneficios y poder adquirir una posición en la sociedad que ha perdido a causa de un amor frustrado (“Tierras lejanas”).
Anthony Mann realizó once westerns, cinco con James Stewart. Estos son: “Winchester- 73” (“Winchester-73”), en 1950, “Bend of the River” (“Horizontes lejanos”, 1952), “The Naked Spur” (“Colorado Jim”, 1953), “The Far Country” (“Tierras lejanas”, 1955) y “The Man from Laramie” (“El hombre de Laramie”, 1955).  Los otros seis westerns, sin James Stewart son:  “Devil’s Doorway” (“La puerta del Diablo", 1950), “The Furies” (“Las Furias”, 1950), “The Last Frontier” (“La última frontera”, en soporte DVD), en 1956, “The Tin Star” (“Cazador de Forajidos”, 1957), “Man of the West” (“El Hombre del Oeste”, 1958) y “Cimarron” (“Cimarrón”, 1960). 
Fue en 1950 cuando rodó tres westerns y cuando se empezó a reconocer su labor aunque las primeras críticas sobre “Winchester- 73” hablaban solamente de un “western bien hecho” y se acabó, además el primer western estrenado cronológicamente no tuvo éxito comercial: “La puerta del diablo”, uno de los primeros films del Oeste pro-indios, protagonizado por Robert Taylor. La competencia de la excesivamente mitificada “Flecha rota”, de Delmer Daves, interpretada por James Stewart, fue factor decisivo. Hoy en día se considera el film de Mann como formidable y, si se me permite, bastante superior al de Daves.


La serie Mann- Stewart puede dividirse en dos partes: 1ª) las tres producidas por Aaron Rosemberg para Universal (“Winchester- 73”, “Horizontes lejanos” y “Tierras lejanas”), con guión de Borden Chase y 2ª) los otros dos realizados fuera de Universal: “Colorado Jim” (para M. G. M.), producida por William H. Wright y escrita por Sam Rolfe y Harold Jack Bloom y “El hombre de Laramie” (para Columbia Pictures), producida por William Goetz y escrita por Philip Yordan y Frank Burt sobre un relato de Thomas T. Flynn para “Saturday Evening Post”.
He hablado del guionista Chase porque en Mann el guión tenía mucha importancia, nunca filmó sin haberse puesto de acuerdo con el guionista, sin haber estudiado y repasado antes el guión. Con alguna lógica discrepancia se avenía con renombrados guionistas como el citado Borden Chase (hombre bastante difícil de tratar pero excelente escritor para el cine), el perseguido en las listas negras Philip  Yordan, Dudley Nichols (guionista de la famosa “La Diligencia” fordiana) o Reginald Rose. Daba, además, total importancia a todo el equipo con el cual se compenetraba. Anthony Mann falleció de un infarto cardíaco en Berlín un 29- abril- 1967 mientras rodaba “A Dandy in Aspic” (“Sentencia para un Dandy”). El actor Laurence Harvey dirigió el resto de la película.
Creó un universo cinematográfico riquísimo, especialmente en sus westerns y dentro de ellos particularmente los del ciclo con Stewart. Cada uno podría dar de si un escrito mucho más largo. Ahora me limitaré a intentar reseñar las aportaciones. Gracias a su tenacidad, constancia y profesionalidad Mann encontró un estilo propio, hoy en día está considerado (justamente) como el más gran especialista del género junto a John Ford.