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VAN HELSING (2004)
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VAN HELSING. Título original: Van Helsing. Año: 2004. País: Estados Unidos. Dirección y guión: Stephen Sommers. Reparto: Hugh Jackman (Van Helsing), Kate Beckinsale (Anna Valerious), Richard Roxburgh (Condet Vladislaus Dracula), David Wenham (Carl), Shuler Hensley (monstruo de Frankenstein), Elena Anaya (Aleera, la vampira), Will Kemp (Velkan), Kevin J. O'Connor (Igor), Alun Armstrong (Cardinal Jinette), Silvia Colloca (Verona), Josie Maran (Marishka), Tom Fisher (Top Hat), Samuel West (Dr. Victor Frankenstein), Robbie Coltrane (Mr. Hyde), Stephen Fisher (Dr. Jekyll), Dana Moravková (Barmaid), Zuzana Durdinova (Opera Singer), Jaroslav Vízner (Gendarme), Marek Vasut (Villager), Samantha Sommers (Vampire Child), Dorel Mois (bailarin en el baile de Drácula), Marianna Mois (bailarin en el baile de Drácula),Laurence Racine (bailarin en el baile de Drácula), Patrice Wojciechowski (bailarin en el baile de Drácula), Kacie Borrowman (Dwerger), Martin Klebba (Dwerger), Allison Queal (Dwerger). Producción: Bob Ducsay, Sam Mercer, David Minkowski, Artist W. Robinson, Stephen Sommers, Matthew Stillman; Fotografía: Allen Daviau (color y scope); Música: Alan Silvestre. “Universal Pictures”. Duración: 132 minutos.
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En el capítulo final de su ya clásico libro sobre el cine de aventuras, Luis Pérez Bastias se quejaba –con toda razón- del lamentable estado del cine actual. Si el cine sigue siendo negocio es porqué da a un público juvenil (poco o nada conocedores del 7º arte, poco o nada cuestionadores si no es su propia comodidad y diversión) lo que ellos piden pero no a las multitudes de antaño, desertoras de las salas. Si el cine de una sociedad decae artísticamente las nuevas generaciones influenciadas por el mismo decaen imaginativamente con él. Una de las (muchas) razones del bajo nivel cultural de mucha parte de nuestra juventud reside en las películas que les nutren, tan lineales como violentas, en función de provocar siempre una reacción previsible, no muy distinta del sabor de un helado o de las sensaciones de un concierto de rock. El cine no es (no debería ser) solo una forma de diversión, ante todo es una manera de educar, de hacer pensar. Pero este punto está hoy en día totalmente olvidado. El cine de género, siempre a base de ordenadores y de efectos especiales gratuitos en su mayor parte vive de fórmulas exitosas del pasado. La feísta y chirriante serie de “Indiana Jones” parece ser la base inspiratoria, exagerada y aumentada, de todo el género de aventuras, ciencia-ficción, fantasía o terror. Así, la última película que visioné, “Van Helsing”, de Stephen Sommers, responsable de “asesinar” el personaje de la momia (“La momia” y “El regreso de la momia”) realiza esta película donde Van Helsing -aquí llamado Gabriel, no Abraham como en la novela de Bram Stoker- nada tiene que ver con el profesor con conocimientos extracientíficos, antítesis del conde Drácula y del vampirismo sinó que es un símil de Indiana Jones, substituyendo el látigo por la ballesta lanzaestacas, puñales de plata, discos voladores, agua bendita, etc. A estas alturas decir que este Van Helsing está enviado por el Vaticano para erradicar el mal y que tiene un simpático fraile erudito en monstruosidades como escudero (como don Quijote y Sancho Panza) carece de toda importancia. No critico el “poutpurri” montado por Sommers de personajes terroríficos; Universal lo hizo en su tiempo (este “Van Helsing” tiene parte de producción de Universal) pero las películas de Roy William Neil (“Frankenstein y el hombre-lobo”, 1943), las dos de Erle C. Kenton (“La zíngara y los monstruos”, 1944 y “La mansión de Drácula”, 1945), incluso la parodia de Charles T. Barton (“Abbot y Costello contra los fantasmas”, 1948), tenían una dignidad que el film de Sommers está lejos de poseer, pese a sus adelantos técnicos.
Aquellas películas señalaron la decadencia de un género que volvería una década después con Hammer y Terence Fisher a la cabeza (por cierto, Hammer jamás realizó la mezcla de personajes fantásticos, solo el experimento de “Kung-Fu contra los 7 vampiros de oro”), logrando las más altas cimas artísticas.
Hoy en día es todo lo contrario en el género, lo artístico no se busca como intuición de un realizador y su equipo sinó el rendimiento en taquilla, el éxito comercial y nada más: “marketing”, informática, efectos espectaculares y, por supuesto, nada de reflexión. Sommers parece seguir los pasos de cintas tan olvidables como la espantosa “Underworld” o la muy mediocre “La liga de los hombres extraordinarios” pero, dentro de lo negativo, consigue elevar el interés. La película es del género “maravilloso”, no fantástico, porque las escenas de vida cotidiana, “humanas” también son fantásticas (p.e. los caballos que literalmente vuelan para saltar un puente volado), la acción es trepidante sin reposo (lo que no es totalmente positivo) pero este dudoso factor y el respeto por las leyendas (que no tiene, p.e. un bodrio como “Entrevista con el vampiro”) hacen mirar el producto con cierta simpatía.
Los personajes en sí no son de lo mejor: el conde Drácula (Richard Roxburgh) habla y actúa con acento gradilocuente y amanerado, está lejos de la fantasmagoría de Bela Lugosi o de la inolvidable presencia de Chistopher Lee, al menos le veo más convincente que el titubeante Gary Oldman del sobrevalorado film de Francis Ford Coppola, sus tres novias, presentes en la novela de Stoker, más que sugerir/insinuar parecen estar en estado de orgasmo permanente, el monstruo de Frankenstein se pasa la película maldiciendo a Drácula y a los vampiros, es un sufridor nato ( en esto se acerca a la novela de Mary W. Shelley) y su aspecto es clásicamente karloffiano con toques al Dave Prowse del “Horror de Frankenstein” y al Kiwi Kingston de “Evil of Frankenstein”. Poca opción se le da al actor Shuler Hensley aunque su personaje está creado para servir al conde Drácula. Así también el hombre-lobo (Will Kemp), hermano de la heroína. La transformación por ordenador ha mejorado la técnica, así el actor del licántropo solo ha de actuar en forma humana…pero yo prefiero la figura más antropomórfica de un Lawrence S. Talbot (Lon Chaney Jr.), un Leon Carido (Oliver Reed, el único licántropo de Hammer, albino) o un Waldemar Daninsky (Paul Naschy).
El prólogo en blanco/negro es corolario de la acción a desarrollar. El Dr. Frankenstein (muy parecido al Colin Clive de la clásica película de James Whale) da vida a su criatura. Sus experimentos han sido financiados por Drácula que necesita a la criatura porqué desea descendencia y el vampiro al ser un no-vivo sus vástagos nacen muertos. El profesor, ante la perspectiva, se rebela y es asesinado por el conde. El monstruo, lloriqueante, arroja a Drácula a un hogar encendido pero como en la más profunda y auténtica leyenda, que no todos los cineastas han respetado, el fuego no puede destruir a los vampiros, el conde sale prácticamente carbonizado y, poco a poco, se va regenerando. El monstruo huye con el cadáver de su creador perseguido por los aldeanos quienes prenderán fuego a un molino donde el fugitivo se había refugiado pero, al igual que la cinta de James Whale, no morirá allí.
Mientras tanto Van Helsing destruye al Dr. Jekyll –Mr. Hyde en Notre-Dame de París (¡) y se embarca para la destrucción del terrible vampiro que ha podido ser inmune –mediante pactos satánicos-- a las estacas y a la plata. ¿Cómo destruirle? En claro homenaje a Jacinto Molina –Paul Naschy, finalmente solo la mordedura del licántropo lo conseguirá. He aquí el argumento. De lo más delirante…
Narcís Ribot i Trafí
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