EL MARAVILLOSO MUNDO DE RAY HARRYHAUSEN (1)

Cuando en cine se habla de “creador” habitualmente se interpreta como realizador, director. Nuestro hombre no es realizador, tampoco actor, pero si CREADOR. Si colabora de manera muy importante con los realizadores y guionistas en las cintas donde él interviene y hasta en ocasiones ha elaborado la idea/sinopsis inicial. Su nombre es Ray Harryhausen y nació el Los Ángeles un 29 de junio de 1920. Es estilista y artista completo aunque él y su técnica estén jubilados (a partir de 1980). Crea y anima sus figuras con una técnica inventada en los inicios del cine pero, al pasar por sus manos, deviene totalmente personal e inconfundible. Sus modelos representan figuras que podríamos dividir en cinco grupos: a) mitología griega (Jason y los Argonautas, Furia de titanes), b) mitología árabe (Simbad y la princesa), c) mitología hindú en mezcla con la árabe (El viaje fantástico de Simbad), d) animales prehistóricos que existieron -el Phororhacos, ave de una estatura casi el doble de un ser humano de La isla misteriosa, el alosaurio de Valley of Gwangi- o no (el “redosaurio” de El monstruo de tiempos remotos, gigantesco dinosaurio totalmente nacido de la inventiva humana) y e) seres nacidos de su imaginación (los selenitas de La gran sorpresa o el Ymir, criatura de aspecto reptiliano proveniente de Venus,  en 20 Million Miles to Earth).

Su técnica es la llamada Stop Motion, animar fotograma a fotograma sus increíbles criaturas para luego sobreimpresionar con las escenas filmadas con actores. No se sabe con exactitud cuál de los pioneros del cine a principios del siglo XX descubrió y/o utilizó por vez primera este procedimiento. Según Carlos Fernández Cuenca el invento del llamado “Paso a manivela”, o sea rodar imagen por imagen, se debe al turolense Segundo de Chomón (uno de sus films más hermosos es El hotel eléctrico, 1908,  ciencia- ficción cinematográfica en los albores del 7º arte) aunque ya a finales del siglo XIX otros también lo habían utilizado (cfr. James Stuart Blackton en su corto The Humpty Dumpty Circus, 1898, donde unos juguetes de circo cobran vida). Como nos cuenta el libro Ray Harryhausen, creador de monstruos (obra coral editada por la Xunta de Galicia, 2009), se trata de rodar paso a paso un objeto frente a la cámara moviéndole una pequeña fracción en cada toma. Por ejemplo, si se quiere rodar un hombre caminando cinco pasos, a una velocidad de un paso por segundo para crear una animación de cinco segundos, a 24 imágenes por segundo, se necesita rodar 24 x 5=120 posiciones diferentes. En teoría parece fácil y sencillo pero ha de ser un trabajo metódico, paciente y concentrado para que salga bien. Harryhausen crea las figuras que nos parecen gigantescas en la pantalla, en realidad de reducido tamaño- he tenido algunas en mis manos (1) -elaboradas con yeso y/u otros materiales, con un complejo mecanismo interior que les privilegia para adoptar distintas posturas (recordemos el semblante ceñudo de los cíclopes en Simbad y la princesa o la expresión complacida del Ymir cuando rebaña la harina con el dedo y la chupa en 20 Million Miles to Earth, algo tan entrañable y poético como irrepetible), además de pintarlas él personalmente (el colorido suele ser excitante). Las escenas combinadas con intérpretes de carne y hueso se filman aparte.

A los 13 años Ray Harryhausen se entusiasmó al visionar el mítico King- Kong (King Kong, 1933) de Ernest Beaumont Schoedsack y Merien C. Cooper, admirando la técnica de movimiento usada por Willis O’Brien desde hacía años, auténtico creador  y perfeccionador del método en Estados Unidos (recordemos su animación de dinosaurios en la muda El mundo perdido, de Harry O. Hoyt, 1925, según novela de Arthur Conan Doyle, creador del inmortal Sherlock Holmes). Este hecho impulsó y decidió su vocación de animador de seres fantásticos siguiendo el método de Stop- Motion utilizado por O’Brien. Se prepara ensayando como amateur en el garaje de su casa en cortos de trucajes. Su dominio de la fotografía y su afición por la escultura y técnicas le ayudarán enormemente en su carrera para más adelante interesarse y profundizar en la dramaturgia y dirección artística. Su primera obra conocida es la de un oso de las cavernas elaborado a partir de un viejo abrigo de su madre. A la par se va interesando por la fantasía y la S. F. (abreviatura original de Ciencia- Ficción = Science- Fiction) literarias y cinematográficas, conociendo más adelante al escritor de S. F. Ray Bradbury (“El país de octubre”, “La feria de las tinieblas”, “Crónicas marcianas”, etc.).

A principios de los 40 logra su profesionalidad entrando a colaborar con el húngaro George Pal (2) en su serie de “Puppetons” -un muñeco para cada escena- debut de la animación tridimensional en Estados Unidos en una serie de cortos titulada “Mother Goose Stories” (en correspondencia solo existían los dibujos animados, campo donde Walt Disney poseía justamente toda la hegemonía). Al finalizar la Guerra los precios se dispararon y se abandonó esta técnica (existe un DVD en inglés sobre los “Puppetons” de Harryhausen). El paso decisivo para su vida profesional y uno de los más felices de su existencia fue cuando conoció a Willis O’Brien quien le nombró su ayudante para su próximo film: “The Mighty Joe Young” (“El gran gorila”, 1949), dirigida por Ernest B. Schoedsack y producida por Merien C. Cooper para RKO (algunas fuentes indican que John Ford tuvo algo que ver en la producción). El maestro encaminó a Harryhausen hacia su formación artística definitiva. Le indicó la importancia del diseño (O’Brien era un gran dibujante) y que perfeccionara el dibujo y la pintura además de manifestarle su admiración por el ilustrador Gustavo Doré (1832-1883), admiración a partir de entonces compartida por el alumno, quedando impresionado por algunas series de sus grabados (p. e. las dedicadas al “Barón de Munchausen” o al “Infierno de Dante”) a la par que John Martin y Joseph Michael Gandy, paisajistas británicos especializados en panorama histórico o sea el visualizar escenas donde la arquitectura de la Antigüedad tiene preponderancia, influyeron notablemente en la consolidación formativa de su carrera (especialmente en la reconstrucción del pasado clásico y mitológico).

El gran gorila es la tercera vuelta a la tuerca sobre el tema del simio gigante,  King-Kong que el equipo Schoedsack- Cooper ya habían dado con Son of Kong (“El hijo de Kong”, 1933), prácticamente la continuación directa contando también con el concurso de O’Brien y el amparo de RKO. “El gran gorila” es un film familiar, divertido, sin la trascendencia de King-Kong pero O’Brien ganó un Oscar por su animación y Harryhausen logró trabajar con su admirado mentor de quien siguió sus consejos de pulir su técnica reforzando y perfeccionando  su relación con el diseño.
O’Brien modelaba y animaba mediante el “Stop- Motion” a sus criaturas. Empezó de la forma más sencilla en cortos, al dedicarse profesionalmente al cine y al pasar más de dos décadas su método había evolucionado: necesitaba un equipo de técnicos para elaborar los escenarios en miniatura donde circulaban los muñecos en miniatura, luego para acoplar los actores se utilizaba el sistema de retroproyección. Detrás de los escenarios en miniatura se ubicaba una pantalla donde se proyectaba a los actores previamente filmados en decorado. Se lograban planos maravillosos y espectaculares pero al tener que reconstruir tantos emplazamientos y maquetas el proceso era caro y lento además de requerir una paciencia y una laboriosidad a toda prueba. Harryhausen en su inagotable afán experimentador más en un futuro encontró un sistema más barato que veremos más adelante (Dynamation).


Después de unos cortos de animación para anuncios de publicidad (The story of Hansel and Gretel, The story of Rapuncel), en 1952 le ofrecieron realizar la animación de un gigantesco dinosaurio imaginario (redosaurio) que asola New York después de ser despertado de su letargo de siglos en el Polo Norte tras una explosión atómica: The Beast from 20000 Fathoms (El monstruo de tiempos remotos, 1953) dirigida por Eugene Lourie para Warner Brothers (un relato corto de su amigo Ray Bradbury servía de punto de partida al guión). El presupuesto era más bien escaso pero Harryhausen -se había comprometido a hacerlo- llevó a feliz término sus ideas aún en estado de experimentación.
En 1953 conocerá y trabará amistad con un productor de la Columbia, Charles H. Schneer quien se interesa por el arte de Harryhausen y a partir de ahora le financiará todas las obras de su carrera con la doble excepción del documental del realizador/productor Irwin Allen, “The Animal World” (1955) donde volvió a trabajar en equipo con su admirado maestro Willis O’Brien (por cierto, un film muy difícil de encontrar) y One Million Years BC (Hace un millón de años, 1966), de Don Chaffey para la legendaria productora británica de Michael Carreras, Hammer Films.
Ajustándose a una economía restringida, a diferencia de otros que en la actualidad disponen de presupuestos millonarios y toda clase de técnica y técnicos para la animación (las películas donde interviene Harryhausen rozan, podríamos decir, los límites de la fenecida serie B), nuestro hombre conseguirá hallazgos inolvidables que harán las delicias tanto a pequeños como a mayores. La prueba está en que siempre se habla de un “film Harryhausen” y no del director de turno el cual, si se trata de un Nathan Juran (“Simbad y la princesa”, 1958) -su primer film en color- un Don Chaffey (“Jason y los Argonautas”, 1963) o un Gordon Hessler (“El viaje fantástico de Simbad”, 1973) inspirados veremos auténticas maravillas. Por el contrario, películas vulgares y mediocres que jamás pasarían a la historia del cine son recordadas con cariño por la intervención de Harryhausen.

Narcís Ribot i Trafí

(1)- Conocí personalmente a Ray Harryhausen en el Festival de Cine Fantástico de   Sitges en 1984. Una persona amable y encantadora.
(2)- George Pal fue un destacado productor de cine fantástico, Ciencia- Ficción y de aventuras (“Con destino la luna”, “La guerra de los mundos”, “Cuando ruge la marabunta”) además de dirigir algún título interesante (“El tiempo en sus manos”, “Atlántida, el continente perdido”).