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DRÁCULA (DRACULA) Año: 1931. ”Tod Browning Production - Universal Pictures” (U.S.A.) Productor: Carl Laemmle jr. y E. M. Asher. Director: Tod Browning, Guión: Garrett Fort (y no acreditados Louis Bromfield, Dudley Murphy y Tod Browning). Diálogos adicionales: Dudley Murphy. Basada en la obra teatral de Hamilton Deane y John L. Balderston, a su vez basados en la novela Drácula de Bram Stoker. Fotografía: Karl Freund (blanco y negro). Música: Piotr Tchaikovsky y Richard Wagner. Maquillaje: Jack Pierce. Director artístico: Charles D. Hall. Montaje: Milton Carruth y Maurice Pivar. Filmada en octubre-noviembre (1930) en los Estudios Universal (Hollywood), sesiones diurnas. Duración: 75 minutos. Existe una versión muda de este film, más corta, pero no se conservan copias.
Intérpretes y personajes: Bela Lugosi (conde Drácula), David Manners (John Harker), Helen Chandler (Mina Seward), Dwight Frye (Renfield), Edward Van Sloan (profesor Van Helsing), Herbert Bunston (doctor Seward), Charles Gerrard (Martin, el guarda), Frances Dade (Lucy Weston), Joan Standing (doncella), Michael Visaroff (posadero), Moon Carroll (Briggs, la enfermera), Josephine Velez (otra enfermera), Donald Murphy, Daisy Belmore (conductor del coche de caballos), Dorothy Tree, Geraldine Dvorak y Mildred Peirce (las tres vampiras), Carla Laemmle (Sara, la pasajera con gafas), Tod Browning (voz en off que descubre los cadáveres del barco).
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Esta versión de Drácula, la famosa novela de Bram Stoker, pasa por ser una de las películas menos valoradas de la historia del cine, sambenito que alcanza a su intérprete principal, Bela Lugosi. En ambos casos me parece injusto tan maltrato, y por si fuera poco la aparición de la versión española que se rodó simultáneamente en Hollywood con los mismos decorados pero diferentes intérpretes ha servido para echar más leña al fuego porque al compararlas se ha llegado a afirmar que ésta es muy superior al original inglés lo cual es rotundamente falso. Pero ya se sabe que una mentira repetida mil veces acaba por convertirse en una falacia y no en la verdad como afirmaba el doctor Goebbels.
Es posible que haya otras versiones superiores a las de la Universal, por ejemplo la versión de Terence Fisher en 1957 o Nosferatu, el vampiro de Murnau, y que el resto de la filmografía de Browning es para mí muy superior, pero nuestra labor no es la de comparar porque todas ellas fueron creadas en diferentes circunstancias y lugares.
La película se vio perjudicada por dos factores. Primero son los primeros años del cine sonoro en que la cámara perdió movilidad porque los equipos eran muy pesados, creándose películas que parecen teatro filmado más que obras cinematográficas puras. Segundo, la Universal no estaba en un buen momento financiero por lo que su presupuesto fue recortado dejando a Browning muy poco margen de maniobra.
Por si fuera poco falleció de improviso el actor principal, Lon Chaney, siendo sustituido por otro grande de la pantalla, Bela Lugosi, entonces un actor desconocido que tuvo muy mala suerte en su carrera cinematográfica.
Para defender a Bela Lugosi, al que se le ha dicho de todo, he de señalar que su interpretación es muy rica en matices. Nada tiene que ver con el creado años después por la Hammer, que es un vampiro mucho más salvaje y mucho más fiero. Lugosi es un Drácula cínico, de maldad refinada. Se introduce en las casas como un perfecto caballero con gran educación y cortesía, pero ataca por las noches a sus víctimas para destruirlas completamente y esparcir el mal.
La primera parte de la película es genial, la llegada de Renfield a los Cárpatos, aquella misteriosa posada, la diligencia y el Paso del Borgo. Todo el misterio del castillo de Drácula que el agente inmobiliario, al ser extranjero, ignora y sin saberlo se convierte en un acólito del vampiro. Todos estos minutos que son el preámbulo de la historia que continúa son de superior calidad que lo que le sucede.
Tras el magistral viaje en barco a bordo del Vesta, otro misterio. El barco llega a puerto con el cadáver del capitán amarrado al timón.
Destaca la sobriedad de Browning y su concisión a la hora de contar su historia.
El resto de la película se pierde por su lastre teatral, brilla a menor altura. Pero da una imagen de un vampiro que al encontrarse en un territorio que desconoce su existencia y, sobretodo, su naturaleza vive confiado en su supuesta superioridad cultural que desdeña la creencia en lo sobrenatural. Ignorancia que Drácula utiliza en beneficio propio, como nadie cree en su existencia tiene la coartada perfecta para sus crímenes.
Lo que más destaca de Browning es su concisión en narrar la historia. Es lástima que sus medios fueran tan limitados porque podría haber brillado a mayor altura. La segunda parte hubiera sido más cinematográfica y menos teatral. Pero es lo que hay. Una gran película que no llega a obra maestra. Tendríamos que esperar a 1957 para que Terence Fisher nos resarciera con una de las mejores adaptaciones de todos los tiempos.
Salvador Sáinz
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DRÁCULA. Año: 1931. "Universal Pictures” (U.S.A.) Productor: Carl Laemmle jr y Paul Kohner. Director: George Melford. Guión: Garrett Fort, Diálogos: Baltasar Fernández Cué (supervisados por Enrique Tovar Avalos), Basado en la obra teatral de Hamilton Deane y John L. Balderston, a su vez basados en la novela “Drácula” de Bram Stoker, Fotografía: George Robinson (blanco y negro), Música: Piotr Tchaikovsky y Richard Wagner. Maquillaje: Jack Pierce, Montaje: Arturo Tavares, Sonido: C. Roy Hunter. Director artístico: Charles D. Hall. Filmada en octubre-noviembre (1930) en los Estudios Universal (Hollywood), sesiones nocturnas. Duración: 102 minutos. Intérpretes y personajes: Carlos Villarías (conde Drácula), Lupita Tovar (Eva), Barry Norton (Juan Harker), Pablo Alvarez Rubio (Renfield), Eduardo Arozamena (profesor Van Helsing), Carmen Guerrero (Lucía), José Soriano Viosca (doctor Seward), Manuel Arbó (Martín, el guarda), Amelia Senisterra (Marta, la enfermera), y, en un breve plano, Bela Lugosi (Drácula entrando en la Opera).
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Rodada en los mismos decorados de la versión inglesa, la versión española de Drácula no es una gran película pero sí una buena película. Junto a los defectos señalados en la anterior crónica, debemos añadir el estilo disperso de George Melford, buen director de acción pero no un genio como Browning, y Carlos Villarias cumple con su cometido pero carece del carisma de Lugosi.
Por el contrario tenemos un par de excelentes secundarios, la sensual Lupita Tovar y el histriónico Renfield, Pablo Alvarez Rubio.
La película no es más larga porque contenga más material, sino porque su desarrollo es mucho más lento. La planificación de una película u otra es distinta. No ocurre como, por ejemplo, las películas que Stan Laurel y Oliver Hardy rodaron en castellano, en que se repetía la misma planificación, sino que en cada escena su desarrollo es distinto alargando más el tiempo.
Por ejemplo, Melford pretendiendo enmendar la plana a Browning añade algunos trucos como el humo que sale del ataúd y la puerta chirriante del castillo de Drácula que asusta a Reinfeld y que parece un precedente de las parodias de Abbott y Costello.
La chica, Lucía, es algo más tórrida que la Lucy de la versión anglófona. Una mujer que al vampirizarse se destapa no epidérmicamente, la censura estaba al acecho, sí anímicamente.
Carlos Villarías es un actor mediano, sin brillo, y carente de la personalidad de Lugosi. No tiene ese porte aristocrático del húngaro. Fue escogido en función de su altura y de su timbre de voz, ya que anteriormente Villarías fue cantante de zarzuela.
Una adaptación grata pero menor de la novela de Stoker, en realidad de la obra teatral que Lugosi había estrenado en el Rialto de Broadway. La noche del estreno de la versión hispana, Bela Lugosi fue invitado y con gran educación felicitó a Villarías por su trabajo.
Salvador Sáinz
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