LA CHATTE (1958)

MATHILDE CARRÉ, LA GATA


La Chatte (1958) Director: Henri Decoin. Guión: Henri Decoin, Jacques Rémy. Novela de Jacques Rémy La Chatte. Fotografía: Pierre Montazel. Música: Joseph Kosma. Intépretes: Françoise Arnoul (Suzanne Ménessier), Bernhard Wicki (Bernard Werner), André Versini (Henry), Roger Hanin (Pierre), Kurt Meisel (Capitaine Heinz Muller), Louison Roblin (Bernadette), Harald Wolff (Colonel Richting), Bernard Blier (Debrun), Michel Jourdan (Olivier), Jacques Meyran, Christian Brocard, Mario David (Un résistant), Lutz Gabor (L’ordonnance), Daniel Mendaille, Pierre Mirat (Le cheminot). País: Francia. Duración: 108 minutos. Estreno en París el 18 de abril de 1958. Rodada en los Paris-Studio-Cinéma desde el 21 de enero al 15 de marzo de 1958.

Mathilde Carré (1908-1970), apodada La Chatte (la Gata), fue una espía durante la Segunda Guerra Mundial que trabajó para diversos Servicios Secretos. Fue agente personal de Karl Boemelburg, jefe de la Gestapo en Francia. Pero también colabor´p con los servicios británicos y la Resistencia. Publicó en dos volúmenes sus memorias al final de sus días: Yo he sido la Chatte. Jacques Rémy publicó una novela sobre dicho personaje y se rodaron dos películas dirigidas por Henri Decoin, La Chatte (1958) y La Chatte afila sus garras (La Chatte sort ses griffes, 1960). ambas protagonizadas por Françoise Arnoul.
Un personaje así tiene todos los números para convertirse en una heroína o villana cinematográfica. Pero los dos filmes que le dedicaron son de producción modesta aunque no desdeñables de ningún modo. La Chatte tiene atmósfera propia del cine negro, esta vez en su vertiente espionaje. Se podría haber rodado una producción de envergadura, pero los franceses simpatizan poco con la traición. La famosa espía se vendió al enemigo, aunque en la película es todo lo contario e incluso tiene un final trágico que no se corresponde con la realidad.

A pesar de su evidente modestia la película atrapa, la actriz principal enseguida se hace con el control de la intriga y es lo más convincente de sus elementos. Nos encontramos con secundarios muy habituales en el cine galo de aquella época, Bertrand Blier y Roger Hanin, protagonista del díptico El Tigre de Claude Chabrol.
La Resistencia francesa en aquella época fue muy controvertida, en muchos lugares se alababa su heroísmo en su lucha contra el invasor nazi, resistencia que contó con la cooperación de veteranos republicanos en la guerra civil española (por cierto nunca se les ha dedicado una película), pero también hay miradas desmitificadoras en las que se acusó al pueblo francés de colaboracionismo. No voy a entrar en determinadas polémicas por carecer de datos para un análisis serio y por respeto al pueblo de Francia.
Rodado en un blanco y negro, formato desaparecido de nuestras pantallas salvo excepciones como The Artist, La Chatte nos trae recuerdos de otros tiempos en que las pantallas eran más democráticas que en la actualidad. Afirmación que puede sorprender pero que me apresuro a explica.
En otros tiempos, las multinacionales no controlaban los mercados audiovisuales de forma tan descarada como en la actual, dejaba margen de maniobra para que se pudiera ver cine procedente de otras latitudes además del nuestro. El cine francés, inglés, italiano se codeaba con el venido desde el otro lado del Atlántico, sus artistas eran muy populares en nuestras salas. Pero en la actualidad, el monopolio de las multinacionales se ha convertido en asfixiante. Tenía mucha razón el crítico Guy Hennebelle cuando en los setenta afirmaba que había que destruir Hollywood (revosta Ecran 72, número 1) porque nos impone su visión del mundo y del espectáculo. Muchos se rasgaron las vestiduras, pero en la actualidad se ha llegado a la conclusión de que tenía toda la razón del mundo.
En los años cincuenta y sesenta era habitual ver películas francesas en nuestras salas, obteniendo una importante aceptación. También era habitual visionar películas en blanco y negro, que se realizaba sin color generalmente por cuestiones económicas, pero estéticamente era atractivo en determinadas temáticas como la del filme de Henri Decoin. En color, La Chatte perdería todo su misterio.
La mezcla de cine de espionaje y cine negro está muy bien conseguida, se nota la falta de medios de la producción, pero aún así consigue atrapar al espectador. Cincuenta y cuatro años después, La Chatte conserva todo su atractivo a pesar de ser un film menor. Pero está claro que no vamos a vivir de obras maestras, porque es imposible que todas las películas lo sean, y gracias a estas películas pequeñas el cine resulta más agradable de ver y disfrutar.

Salvador Sáinz
Dos años después del éxito de La Chatte, se estenó su segunda parte con la misma protagonista y el mismo director.

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