LA AMADA DE JÚPITER (1954)


LA AMADA DE JÚPITER. Título original: Jupiter's Darling. Año 1954. País: Estados Unidos. Director: George Sidney.Esther Williams (Amytis), Howard Keel (Anibal), Marge Champion (Meta), Gower Champion (Varius), George Sanders (Fabius Maximus), Richard Haydn (Horatio), William Demarest (Mago), Norma Varden (Fabia), Douglass Dumbrille (Scipio), Henry Corden (Carthalo), Michael Ansara (Maharbal), Martha Wentworth (viuda Titus), John Olszewski (Principal Estatua Nadadora). Esther Williams cuando canta es doblada por Jo Ann Greer. Guión: Dorothy Kingsley, basada en la obra teatral The Road to Rome (1927) de Robert Sherwood. Canciones: Burton Lane & Harold Adamson. Fotografía: Paul C. Vogel & Charles Rosher, Technicolor y Cinemascope. Productora: Metro-Goldwyn-Mayer. Duración: 96 min.Género: Musical, peplum.

En algunas ocasiones Hollywood ha ubicado alguno de sus musicales en la Roma clásica como Escándalos romanos, Los chicos de Siracusa, Golfus de Roma. Pero sólo en esta ocasión se ha combinado el péplum espectacular con la canción y la danza. La protagonista es Esther Williams en la que quizá es su mejor aparición en la pantalla por comportarse de una forma mucho más pícara. El número acuático con varias figuras masculinas es de alto voltaje, como su figura de nadadora muy por encima de las anoréxicas muchachitas del cine moderno. La Metro no se atrevió a explotar el potencial erótico de la Williams dando de ella una imagen almibarada por lo que no es de extrañar que su público habitual se haya decepcionado al verla tan casquivana como en este delicioso film del gran George Sidney, un todoterreno del cine hollywoodense que abordó el musical y el filme de capa y espada.
Nosotros adoramos a esta “Spice” Williams con sus ajustados trajes de baño luciendo unas bien torneadas piernas, la puritana época no daba para más. Frente a ella otro sex symbol no menos atractivo, Howard Keel. Un galán del que la Metro no sacó demasiado provecho aunque le debemos trabajos muy importantes como Magnolia, Siete novias para siete hermanos y La reina del Oeste.
Están además Marge y Gower Champion, una pareja de baile siempre relegada a papeles secundarios y apariciones especiales, pero cuyos números todavía causan asombro. Por si fuera poco tenemos dos soportes de calidad como George Sanders, el dictador de Roma, y Richard Haydn como el historiador que embellece y tergiversa los acontecimientos históricos que va narrando.
Resulta encomiable las secuencias no musicales, contando un péplum habitual con su desfile de piernas musculosas y masculinas que sorprenden en la actualidad en que los actores del género suelen ir mucho más recatados. Al fin y al cabo nos encontramos ante un espectáculo en puro Technicolor, cinemascope, entonces un formato novedoso, y todo el glamour que le sabía dar el vigoroso George Sidney.
Aunque en su día este musical original no gustó demasiado, a nosotros si nos seduce su atrevimiento. Tal vez le pasó como a John Carter, demasiado buena para triunfar. Son películas que se adelantan a su tiempo, novedosas y arriesgadas que causan estupor en sus años de estreno pero que el tiempo revaloriza y convierte en un clásico incuestionable.
Desgraciadamente encontrar una copia en condiciones para su visionado es una tarea titánica, pero no vamos a repetir nuestras quejas que suelen caer en saco roto. Sólo nos queda reivindicar este título y la figura de Esther Williams, para quien gusta de mujeres más hechas, más formadas. Lástima que no le dieran mejores guiones en su carrera acuática.

Salvador Sáinz