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SI YO TUVIERA UN MILLÓN (1932)
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SI YO TUVIERA UN MILLÓN. Título original: If I Had a Million. Año 1932. Pais: Estados Unidos. Directores: Ernst Lubitsch, Norman Z. McLeod, Norman Taurog, William A. Seiter, Stephen Roberts, H. Bruce Humberstone, James Cruze. Reparto: Gary Cooper, Charles Laughton, George Raft, Jack Oakie, Richard Bennett, Charles Ruggles, Alison Skipworth, W.C. Fields, Mary Boland, Roscoe Karns, May Robson, Wynne Gibson, Gene Raymond, Frances Dee, Mary Boland, May Robson, Lucien Littlefield, Richard Bennett. Música: John Leipold. Fotografía: Harry Fischbeck, Charles Edgar Schoenbaum, Gilbert Warrenton, Alvin Wyckoff (B&W). Productora: Paramount Pictures. Duración: 83 minutos. Comedia. Drama
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Si yo tuviera un millón, cinta típica de los primeros talkies. La de contar pequeñas historias en breves minutos con directores diferentes y un larguísimo reparto. Algunas historietas apenas tienen sustancia. La prostituta que se mueve en viles tugurios que al recibir un millón se va a la suite de un gran hotel a pasar la noche y regalarse un buen gustazo. El condenado a muerte porque no tuvo dinero para pagarse un buen abogado, algo que todavía pasa en los gloriosos Estados Unidos. El episodio de W. C. Fields, un cómico que fue célebre en su país de procedencia pero que en España e Hispanoamérica no tuvo demasiada trascendencia.
El mejor de todos los episodios es el más clásico, el que está dirigido por Ernst Lubitsch con el gran Charles Laughton de protagonista. Un oficinista cualquiera, un hombre gris y mediocre acostumbrado a obedecer ciegamente recibe inesperadamente un millón de dólares de la época. Estamos en los años 30, años de la Gran Depresión. Si en la actualidad un millón de euros o de dólares es una fortuna en aquel tiempo era el no va más, algo inimaginable con la que nadie se atrevía siquiera a soñar.
Ese hombre gris y mediocre, acostumbrado a obedecer ciegamente se ve libre de sus cadenas. Dignamente va subiendo escaleras, cruzando puertas y despachos hasta llegar a lo más alto. Se arregla bien y le suelta una pedorreta al gran jefazo como símbolo de su liberación.
Hay otros episodios que son una reflexión sobre la estupidez humana, como el protagonizado por Gary Cooper, brillante actor de westerns pero gran comediante.
La película en su conjunto es irregular, pero resulta atractiva incluso en la actualidad.
Salvador Sáinz
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