LOS SERES QUERIDOS (1965)


LOS SERES QUERIDOS. Título original: The Loved One. Año: 1965. País: Estados Unidos. Director. Tony Richardson. Intérpretes: Robert Morse, Anjanette Comer, Jonathan Winters, Dana Andrews, James Coburn, Milton Berle, Ayllene Gibbons, John Gielgud, Tab Hunter, Margaret Leighton, Roddy McDowall, Lionel Stander, Robert Morley, Paul Williams. Guión: Terry Southern & Christopher Isherwood (Novela: Evelyn Waugh). Música: John Addison. Fotografía: Haskell Wexler (B&W). Productora. Metro-Goldwyn-Mayer / Filmways. Duración 116 minutos. Comedia negra.


Los seres queridos es una vitriólica comedia sobre el negocio de la muerte y de los Estados Unidos, vistos con ojos británicos. El protagonista es norteamericano, Robert Morse. Había aparecido en un número musical (ya que Morse es además cantante) en El cardenal de Otto Preminger y había triunfado en Broadway con Como triunfar sin dar golpe, famoso musical que fue llevado al cine y que en España se estrenó eliminando todas las canciones. Algo completamente inaudito e increíble pero dolorosamente cierto.
El mayor error de Morse fue que sus responsables de imagen, es decir sus publicistas, lo vendieron como un rival de Jerry Lewis y eso es falso. Son dos actores completamente distintos. En aquel tiempo Lewis estaba en la cúspide y mucha gente tenía ganas de hundirlo sin saber porqué y se le buscó un competidor. Morse no tenía nada que ver y por eso su carrera fue breve y además en la actualidad está olvidada.
Los seres queridos fue uno de sus mejores títulos, una ácida comedia dirigida por Tony Richardson, afamado por Tom Jones, que sin embargo no tuvo éxito comercial siendo considerada película de minorías.
La película destaca en primer lugar su estética, una fotografía en blanco y negro dura, de fuertes contrastes, muy al estilo Nouvelle Vague o Free Cinema estilos que los americanos querían fagocitar sin éxito.
La crítica del sistema es dura. El mundo de Hollywood es mostrado sin piedad, egoísta y cerril, con unos productores que parecen mafiosos de la peor calaña. Pero lo que le hace más actual es la visión del mundo de la muerte, las funerarias, un negocio seguro y cruel en la que se gastan fortunas inútilmente en faraónicos recuerdos.
Los personajes no son lúcidos, son bastante estúpidos pero no el guión. Es decir que la película retrata seres alienados, carentes de lucidez como esa chica que encarna Anjanette Comer, actriz de fama efímera, quien al igual que Morse acabó rodando toneladas de telefilmes alimenticios. Bueno, el no triunfar a veces tiene sus ventajas, porque pudieron seguir trabajando hasta hace poco y envejecieron en su profesión, algo que las grandes estrellas no pueden hacer.
La película de Richardson destaca en dos vertientes. Una la crueldad del sistema capitalista, los negocios son los negocios, sólo se busca el enriquecimiento personal a cualquier precio. Dos, el negocio de la muerte, el despilfarro económico y absurdo para ser recordado una vez fallecido. La utilización de cosmética para “embellecer” los cadáveres en los velatorios. Destaca una secuencia que pasa en una iglesia donde se celebra una boda, al finalizar la misma los ayudantes aparecen para quitar los ornamentos y sustituirlos por otros de duelo.
El palacio versallesco en donde viven los funerarios, algo decadente y de pésimo gusto. Al final aparece el negocio de la muerte de los animales, no menos patético y estúpido.
Buen film aunque olvidado por negligencia de los historiadores. En España pasó sin pena ni gloria por los cines de arte y ensayo en versión subtitulada. Sólo se programó en cine-clubs y lugares selectos para gourmets del buen cine.

Salvador Sáinz