CHICAGO (1927)

CHICAGO. Año: 1927. País: Estados Unidos. Director: Frank Urson (y Cecil B. DeMille, no acreditado). Intérpretes: Phyllis Haver (Roxie Hart), Victor Varconi (Amos Hart), May Robson (Matrona), Robert Edeson (William Flynn, abogado), Julia Faye (Velma Kelly), Eugene Pallette (Rodney Casely), Walter Long (esbirro). Escrita por Maurine Dallas Watkins (obra teatral), guión: Lenore J. Coffee. Fotografía: J. Peverell Marley. Montaje: Anne Bauchens. Producida por Cecil B. DeMille. Distribuida por Pathé Exchange. Duración: 118 minutos. Estreno 27 de diciembre (USA).

Maurine Dallas Watkins Fue una voraz redactora de sucesos de la prensa en Chicago que le permitió conocer toda clase de sucesos luctuosos y truculentos como el de Beulah Sheriff-Annan, una bella joven casada que asesinó a su amante en su propia casa y acabó convertida en una heroína nacional por parte de la prensa carroñera. Con toda su mordacidad, Maurine escribió una obra de teatro que Cecil B. DeMille llevó al cine en 1927 bajo la dirección de Frank Urson y la bella rubia Phyllis Haver como Roxie Hart, nombre con el que el personaje de la mentada asesina dio la vuelta al mundo. La acción describe los hechos, que fueron reales, cambiando eso sí los nombres de quienes lo vivieron.
Ya se sabe que la oba años más tarde se convirtió en un famoso musical de Broadway y después en una película que obtuvo muchos oscars, pero aquí tratamos su primera versión cinematográfica al menos que tengamos conocimiento.
La diferencia substancial de esta versión y la de 2002, aparte de los elementos técnicos, es su tratamiento. La visión es mucho más conservadora y se refleja la ideología de Cecil B. DeMille en la aprte final muy bien expuesta cuando Roxie Hart pasa de la fama al olvido reflejada en la imagen de una portada de periódico que habla de ella. La gente la pisotea sin darle importancia mientras el agua de la lluvia le arrastra hasta el boquete de una cloaca.
El personaje de Roxie no es visto con tanta condescendencia como en las versiones de 1942 con Ginger Roger o la de 2002 con Renée Zellweger. Aparte aparecen otras tramas, el marido de la asesina le roba el dinero al abogado para pagarle a él precisamente lo que no deja de resultar irónico.
Si en el musical de 2002, Amos era un zoquete de buenos sentimientos, en la de 1927 se convierte en el héroe virtuoso de las epopeyas del gran DeMille.
El ritmo cinematográfico es mucho más lento, evidentemente. Para contarnos la vida matrimonial de los Hart, presentando al marido como una “joya”, más el crimen del amante e investigación policial se utiliza media hora. La parte central que transcurre en la cárcel es mínima y la acción se centra en el robo del abogado en su bufete, dinero negro manchado de sangre, que Amos utilizará para pagarle sus servicios.
La teatralidad del juicio que resulta incluso grotesca. Grotesca en el sentido de que la comedia que organizan Roxie y su abogado es de teatro de párvulos y que el jurado se la traga sin pestañear.
La parodia de la justicia, de las figuras mediáticas de pacotilla, es muy acertada. El guión, la obra original de Maurine Dallas Watkins es muy aguda. La película, hasta ahora ignorada, ha sido restaurada por la UCLA y editada en DVD en los Estados Unidos. Su visión es, posiblemente, más apta para cinéfilos recalcitrantes como el autor de estas líneas. En fin, una buena película recomendable para gourmets del cine. Más que gourmets, sibaritas y a mucha honra.

Salvador Sáinz