CASO CLINICO EN LA CLÍNICA (1964)


CASO CLÍNICO EN LA CLÍNICA. Título original: The Disorderly Orderly. Año 1964. País: Estados unidos. Director: Frank Tashlin. Reparto: Jerry Lewis, Glenda Farrell, Everett Sloane, Susan Oliver, Karen Sharpe, Kathleen Freeman, Del Moore, Alice Pearce. Guión: Frank Tashlin (Historia: Ed Haas, Norm Liebmann). Música: Joseph J. Lilley. Fotogafía: W. Wallace Kelley.Productor: Jerry Lewis. Productora: Paramount Pictures. Duración: 90 minutos. Comedia.

En los años sesenta el tándem Frank Tashlin-Jerry Lewis estaba en el candelero. Para el gran cómico la asociación le resultaba más fructífera que la que tuvo la década anterior con Dean Martin, también más tranquila ya que es conocida la mutua animadversión que se tenían mutuamente.
Este título es uno de los más logrados de la carrera de Lewis en la que su personaje no es tan bobo como en anteriores producciones Paramount sino que va madurando, convirtiéndose en un ser más complejo  más humano como hicieron en su día los grandes del cine silente Buster Keaton, Harold Lloyd y Charlie Chaplin de quien Jerry era su legítimo heredero.
Nos encontramos al principio con los antepasados de nuestro antihéroe, hombres que han huido del peligro, que no han sabido enfrentarse a él. En el presente nos encontramos a un médico que sufre una espantada ante un quirófano, le reencontramos relegado a un trabajo menor de enfermero en donde realiza las torpezas de rigor poniendo patas arriba el complejo sanitario.
Un director general (Everett Sloane, salido de la factoría Orson Welles), un típico villano que considera la sanidad un negocio y que el que no tiene dinero no tiene derecho a ella, es motivo de befa y de burla. Tashlin ataca la codicia capitalista muy propia del llamado sueño americano basado en la competencia y el deshumanizado deseo de enriquecerse a cualquier pecio sin sentimentalismos de ningún tipo. Las escenas de slapstick finales son verdaderamente geniales, dignas del mejor cine burlesco.
Jerry Lewis se muestra encantador siempre secundado por Kathleen Freeman (la Margaret Dumond de Lewis) ¿qué sería del gran cómico judío sin el apoyo de su fiel secundaria? Los gags se suceden a ritmo vertiginoso, unos más afortunados que otros. El cine de Lewis es algo irregular, tan pronto acierta como pincha en hueso. En este caso ha acertado y consigue uno de sus mejores logros describiendo a un ser traumatizado por un desengaño amoroso que le convierte en un auténtico gafe.
Mención especial para otra secundaria, no muy habitual en Lewis pero sí en numerosas comedias de la época. La malograda Alice Pearce quien debutó con un delicioso papel en Un día en Nueva York (1949) con Gene Kelly, quien se especializó en el papel de vecina chismosa. Recordemos Embrujada con Elizabeth Montgomery en el papel que la hizo célebre, se dedica a espiara su vecina, descubriendo su verdadera personalidad, pero nadie la cree y la toman por loca. Su inesperada muerte truncó su carrera cuando estaba en la cúspide de su carrera y de su popularidad.
Volviendo a la película que nos ocupa todo es puro Tashlin, locura, desenfreno, subversión, gags surrealistas, una realización ágil, imaginativa, con una excelente planificación y una magistral utilización del color y del vistarama. Hablando de parejas, la de Tashlin-Lewis ha sido una de las más fructíferas de la historia del cine. Un crítico famoso en los años sesenta, Alfonso Sánchez, un maestro para mi generación, prefería con su habitual socarronería las películas de Lewis dirigidas por Tashlin a las del propio Lewis, muy mitificadas por la crítica de Cahiers du Cinéma. Lewis como director en cierto modo es un hijo de Tashlin porque heredó su estilo visual y su sentido del ritmo. Y a fuerza de reiteración insisto que Frank Tashlin se merece una reivindicación como auto cinematográfico, uno de los mejores del mundo de la comedia.

Salvador Sáinz