NAPOLEÓN (1955)

¿Qué ocurriría si un cineasta español tuviera la descabellada idea de rodar una película a mayor gloria del general Franco o una apología de Carlos I o Felipe II y de su política imperialista? ¿Y si se nos ocurriera rodar sobre la grandeza del Imperio español durante los Austrias? Pues que toda la prensa se les echaría encima y le dedicarían toda clase de adjetivos malsonantes. Pero Francia es distinta. Tuvieron un emperador que tergiversó la Revolución Francesa y se dedicó a invadir al resto de las naciones de Europa, en España masacraron varias ciudades como por ejemplo Tarragona, y se rueda una película sobre dicho personaje y no protesta nadie.
Antes al contrario, aparecen gente como por ejemplo los nacionalistas catalanes que se rasgan las vestiduras por los fusilamientos en el Fossar de las Moreres el 11 de septiembre de 1714 y en cambio aplauden las tropas napoleónicas que nos arrasaron todo lo que pudieron. En fin, la gente a veces opina más por inercia que por reflexión.
Sacha Guitry, que en otras películas estuvo más atinado,  Si Versalles pudiera hablar (1954) y Si Paris nous était conté (1956), aquí nos ofrece una hagiografía  sobre un auténtico tirano sin sonrojarse por ello.
La película es un desfile de rostros conocidos del cine francés e internacional de la época, hasta aparecen los grandes Orson Welles y Erich von Stroheim en sendos cameos. Así aparecen desde Jean Marais hasta nuestro Luis Mariano. La puesta en escena es muy plana y el conjunto bastante deslavazado. Excesiva de duración. Todo sea por la “grandeur”.
El ritmo cinematográfico es inexistente, la película no consigue que empaticemos con los personajes provocando indiferencia. Todo es gris y monótono. La única “grandeur” que hemos visto en toda la cinta es el aburrimiento.

Salvador Sáinz