LAS AVENTURAS AMOROSAS DEL JOVEN MOLIERE

En todas, o casi todas, las culturas del mundo existe una clase de escritor cuya obra alcanza tal transcendencia que al hablar acerca del idioma de un país es citado como ejemplo. Por ejemplo el inglés es descrito como la lengua de Shakespeare, el castellano la de Cervantes y el catalán la de Pompeu Fabra. El francés siempre es recordado como la lengua de Molière, uno de sus más grandes escritores. Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière (París, 15 de enero de 1622 – ibídem, 17 de febrero de 1673), fue un dramaturgo y actor francés y uno de los más grandes comediógrafos de la literatura occidental.
La película que nos ocupa está centrada en los primeros pasos del gran escritor, del autor de El avaro y Las preciosas ridículas,  actor, director y autor teatral que viajaba con su compañía de pueblo en pueblo a pesa de algún problema de vocalización que le impedía interpretar roles dramáticos.
Así nos encontramos con el bueno de Molière en la cárcel por deudas y para salir del trance se ve obligado a crear una farsa no en un escenario sino en la vida real. Se hace pasar por un profesor de religión, Tartufo en casa de un adinerado noble de la corte francesa.
Así el pobre cómico se verá metido en lances amorosos sin pretenderlo. En fin, es mejor no desvelar más detalles del argumento para fastidiar a futuros espectadores de esta alegre y divertida cinta de Laurent Tirard en que la juventud del gran escritor se confunde con una de sus mejores obras, Tartufo,  obra que denuncia la hipocresía de la sociedad francesa de la época.
Si en algo se distinguió el gran Molière fue en denunciar las miserias de la condición humana, viéndose incapacitado para el drama convertía en obras burlescas los acontecimientos de la sociedad de su tiempo. Laurent Tirard describe esa época, el siglo XVII, con cuidada precisión. Ayuda los decorados naturales, los castillos de Versailles y Courances más los exteriores de Le Mans (Sarthe), Noyers-sur-Serein (Yonne) y el mismo París. La grandeur de Francia jamás reparará en gastos para recrear la vida de su más famoso escritor, todo lo contrario de sus vecinos del sur que parecen avergonzarse de todos sus literatos, pintores, músicos y cineastas.
Tal vez a la película le falte ritmo o mejor dicho su ritmo en muy francés, muy lento. Pero no por ello estas aventuras galantes del gran Poquelin dejan de interesar ni un solo instante gracias sobre todo a la labor de todos sus intérpretes que se lucen para dejar en buen lugar a su ídolo nacional.

Salvador Sáinz