LA ÚLTIMA PELÍCULA (1971)


LA ÚLTIMA PELICULA. Título original: The Last Picture Show. Año 1971. Pais: Estados Unidos. Director: Peter Bogdanovich. Reparto: Timothy Bottoms (Sonny Crawford), Jeff Bridges (Duane Jackson), Cybill Shepherd (Jacy Farrow), Ben Johnson (Sam the Lion), Cloris Leachman (Ruth Popper), Ellen Burstyn (Lois Farrow), Eileen Brennan (Genevieve), Clu Gulager (Abilene), Sam Bottoms (Billy), Sharon Ullrick (Charlene Duggs), Randy Quaid (Lester Marlow), Joe Heathcock (The Sheriff). Guión: Peter Bogdanovich & Larry McMurtry (Novela: Larry McMurtry). Música: Phil Harris, Johnny Standley, Hank Thompson. Fotografía: Robert Surtees (B&W).Columbia Pictures presents a BBS Production. Duración: 118 minutos. Drama. Años 50. Vida rural (Norteamérica). Adolescencia

La última película, film de un cinéfilo de pro llamado Peter Bogdanovich, fue su segundo largometraje y el primero rodado en condiciones. El realizador era ya conocido por dos libros, uno sobre Fritz Lang en América y otro sobre John Ford, dos auténticas joyas. Debutó con El héroe anda suelto (Targets, 1968) con Boris Karloff, otra gema pese a que se rodó con un presupuesto menguado y pocos días de rodaje, y cuya declaración de principios se podría resumir en la famosa frase “Las buenas películas ya están hechas”. Así los nuevos cineastas ya se pueden desgañitar todo lo que quieran porque siempre serán unas nulidades comparados con los clásicos de siempre olvidándose que tiempo atrás, los genios de hoy eran considerados los mediocres del ayer. Es decir, que se valora una película o un actor, director o lo que sea cuando ya no está en el mundo de los vivos o por razones de edad apartado de la creación cinematográfica tal como denuncia Jerry Lewis en su El oficio de hacer reír. El crítico de cine rutinario alaba un cineasta o una película cuando su tiempo ya ha pasado y lo que está vivo lo desprecia sin remedio. Una postura que desde mi punto de vista es injusta.
En el título que nos ocupa, Bogdanovich nos describe en un rutilante blanco y negro la vida de un pueblecito de Texas, pequeño y mísero, que se escapa del estereotipo del cine estadounidense que siempre retrata ambientes opulentos aunque éstos sean ficticios. El eje central de la trama es una sala de cine que aparece y que desaparece porque se quedó obsoleto.
Con esta trama el director parece contarnos nada más y nada menos que el cine ha muerto y la realidad dista mucho de su disquisición. El cine no ha muerto, se ha transformado. Las multisalas sustituyen a las grandes salas de antaño, aparecen los videoclubs, la televisión e internet. En la actualidad se ve mucho más cine que nunca porque los cinéfilos tienen acceso a todo tipo de cine, no sólo al que se exhibe en las salas: los clásicos, las películas europeas, asiáticas o latinoamericanas marginadas por la distribución son ahora fácilmente accesibles. Antes no era así. Sólo se podía ver cine en las salas y lo que no programaban no era posible verlo.
Bogdanovich siempre es contrario a la evolución del mundo y de la cultura en este caso. Si como discurso no me parece válido, en cambio la película contiene otros elementos que la elevan y la sacan de la mediocridad convirtiéndose en todo un referente cultural.
Es la descripción de unos ambientes marginales, unos seres que parecen viajar sin rumbo por la vida, que están desconcertados y que no saben qué hacer con su vida.
El blanco y negro con fuertes contrastes le da fuerza al relato cinematográfico, todo lo contrario de su tardía secuela Texasville (1990) en la que se nos pretende mostrar la evolución de sus personajes diecinueve años después con resultados insatisfactorios.
La carrera de Peter Bogdanovich tuvo un arranque espectacular. ¿Qué me pasa doctor?, una comedia dinámica y exitosa; Luna de papel, Así empezó Hollywood tenían su brillo. Pero de repente pareció perder su talento e inició una cuesta abajo perpendicular. Tal vez fue un cineasta sobrevalorado, pero la película que nos ocupa nos parece excelente. El juego de actores es magistral y los personajes están muy bien definidos. Cybill Shepherd debutó en esta cinta y se convirtió en su musa.
El eje central recae en una historia de amistad entre dos hombres: Sonny Crawford (Timothy Bottoms) y Duane Jackson (Jeff Bridges). Es lo mejor de todo el metraje. Una amistad con altibajos y peleas pero que perdura pese a todos los inconvenientes. La realización es muy sólida, tal vez lo mejor que ha rodado  Peter Bogdanovich cuyo nivel de calidad no lo ha vuelto a igualar ni de lejos, lo que nos hizo esperar que se convirtiera en un autor importante y no en una fugaz promesa que se quedó en nada.

Salvador Sáinz