EL NUEVO MUNDO (2005)


EL NUEVO MUNDO. Título original: The New World. Año: 2005. País: Estados Unidos. Director: Terrence Malick. Reparto: Colin Farrell (Capitán John Smith). Q'orianka Kilcher (Pocahontas, Matoaka, Rebecca Rolfe). Christian Bale (John Rolfe). Christopher Plummer (Capitán Christopher Newport). August Schellenberg (Jefe Powhatan, Wahunsonacock). Wes Studi (Opechancanough). David Thewlis (Edward Wingfield). Yorick van Wageningen (Samuel Argall). Ben Mendelsohn (Ben). Raoul Trujillo, Brian F. O'Byrne (Lewes). Irene Bedard (Nonoma, la madre de Pocahontas). John Savage (Thomas Savage). Jonathan Pryce (Rey Jaime I),Alexandra W.B. Malick (Reina Ana). Guión: Terrence Malick. Música: James Horner. Fotografía: Emmanuel Lubezki. New Line Cinema. Duración: 133 minutos. Aventuras. Romance. Drama | Conquista de América. América colonial. Histórico. Siglo XVII. Naturaleza. Biográfico

Pocahontas (1595, Virginia - 21 de marzo de 1617, Londres) fue la hija mayor del jefe Powhatan, jefe de la confederación algonquina en Virginia. En lengua algonquina su verdadero nombre fue Matoaka, pero se le conocía por su mote pequeña licenciosa. En su última etapa fue conocida como lady Rebecca Rolfe.
Su vida ha sido llevada al cine en varias ocasiones: El nuevo mundo, de Terrence Malick, o las versiones de Disney en Pocahontas (1995) y Pocahontas II (1998). La versión de Malick evidentemente es completamente distinta a las de Disney, no puede ser de otra manera ya que son personalidades muy distintas y en el caso de las versiones de dibujos animados el alma mater de la firma hace décadas que había fallecido siendo sus herederos quienes llevaron y popularizaron a la princesa india a la pantalla.
No voy a comparar ambas visiones por ser improcedente. Unas son películas familiares que cumplen con su cometido, divertir a las familias y en cierto modo añadirles una visión más ecologista de la vida. La visión de Mallick es la de un autor cinematográfico y una serena Reflexión sobre lo que significó este encuentro entre dos culturas que terminó, desgraciadamente, con el exterminio de una de ellas.
Se comprende la postura de los nativos que estaban en sus tierras en la que sus antepasados vivieron durante muchos siglos y que les daba de comer, pero también la de los recién llegados huyendo de la miseria en la mayoría de los casos pero también en pos de la codicia en algunos casos y en muchos el ansia, legítimo, de hacerse alguna fortuna que en caso de haber sido conseguido honradamente es correcto pero en la mayoría de los casos los procedimientos fueron completamente rechazables.
Mallick ve el encuentro de ambas culturas no desde el exterior sino desde el interior de las personas. Pocahontas y John Smith, la primera pareja, siempre se interrogan por la gran herencia cultural recibida por unos y por otros. La primera de un amor eterno que no quedó en nada. La segunda pareja de Pocahontas lucha contra el recuerdo del primer amor, idealizado por la muchacha india, pero que en el fondo no fue más que una ilusión.
Mallick recurre pues a la introspección interior, pero también al bucolismo para narrar esta historia de amor en dos fases, la de la primera pareja y, posteriormente, la de la segunda. El juego de actores es importante, aunque sigo prefiriendo a Christian Bale que para mí es una actor mucho más solvente que Colin Farrell. Pero es Q'orianka Kilcher quién atrae todos los focos de la atención por su composición de la mítica Pocahontas. Un personaje que en cierto modo se podría comparar con la Malinche de Hernán Cortés, la mujer que en este caso se entregó al conquistador en detrimento de su propio pueblo aunque la realidad fue siempre más compleja de lo que se suele analizar.
La historia de la humanidad está basado siempre en la ley de la selva, el predominio del fuerte sobre el débil. Si las cohortes romanas invadieron las islas británicas, muchos siglos después sus herederos hicieron lo propio en las Américas del Norte. Es como una cadena que se ha ido reproduciendo generación tras generación.
Opechancanough (Wes Studi), el jefe indio que viajó a Londres para conocer a los reyes ingleses se pasea por los bellos jardines y se queda fascinado, como hiciera el caudillo Caractacus en la Roma de los césares. “Esa gente que vive en estas casas tan bellas, ¿para qué quieren arrebatarnos nuestras míseras chozas” declaró. Tal vez el guerrero indígena declaró lo mismo al contemplar la belleza de la corte  londinense.
Es la paradoja de la historia que se repite una y otra vez.

Salvador Sáinz