LE MERAVIGLIE DI ALADINO (1961)


LE MERAVIGLIE DI ALADINO. Año 1961. País: Italia. Directores. Mario Bava y Henry Levin. Reparto: Donald O'Connor (Aladino), Noëlle Adam (Djalma), Vittorio De Sica (Genio), Aldo Fabrizi (Sultan), Michèle Mercier (Princesa Zaina), Milton Reid (Omar), Terence Hill (Principe) Moluk), Fausto Tozzi (Gran Visir), Luigi Tosi, Marco Tulli (Faquir), Raymond Bussières (Mago), Alberto Farnese (jefe de bandidos), Franco Ressel (lugarteniente del visir), Vittorio Bonos (vendedor de lámparas), Adriana Facchetti (Benhai, la madre de Aladino), Giovanna Galletti (Midwife). Guión: Luther Davis, Franco Prosperi, Silvano Reina, Duccio Tessari, Marco Vicario (Argumento: Stefano Strucchi). Música: Angelo Francesco Lavagnino. Fotografía: Tonino Delli Colli. Coproducción Italia-Francia-Estados Unidos; Compagnie Cinématographique de France / Embassy Pictures Corporation / Lux Film. Duración: 100 minutos. Fantasía oriental.

Le meravigle di Aladino tuvo un rodaje accidentado. Iniciado por Henry Levin, a quien debemos películas más que estimables como Viaje al centro de la tierra (1959) y El maravilloso mundo de los hermanos Grimm (1962), abandonó el rodaje por desavenencias y fue Mario Bava quien le sustituyó. Protagonizada por Donald O’Connor, famoso fantasista de Hollywood, en sus horas bajas. Un actor que había comenzado de niño en papeles pequeños hasta convertirse en ídolo juvenil de la época hasta hacerse famoso por la serie sobre la mula Francis. Sus mejores películas fueron musicales legendarios como Cantando bajo la lluvia, pero la serie Francis y su contrato con la Universal que le encasilló le impidieron prosperar. No fue aceptado como actor adulto y el cine le empezaba a dar de lado. Quemó sus últimos cartuchos en el filme que nos ocupa, que fue un rotundo fracaso y que en realidad desaprovecha su talento.
La película trata del famoso cuento de Aladino y la lámpara maravillosa, pero por razones misteriosas el argumento deja de lado su trama y se centra en otras extrañas como unas intrigas palaciegas de un gran visir que desea eliminar al príncipe (Mario Girotti, años después reconvertido en Terence Hill). Nos encontramos con un filme que carece de unidad porque va de una trama a otra y no se centra en ninguna.
Da la impresión de encontrarnos ante un rodaje conflictivo que hizo aguas por todas partes y la película se resiente de ello.
No añade nada a la gloria ni de Henry Levin, ni de Mario Bava (qué lejos estamos de Las tres caras del miedo y La máscara del demonio). Terminó de hundir la carrera de Donald O’Connor a quien no se le dejó reciclarse como actor adulto. Tal vez era inadecuado para esta producción o tal vez no se le supo utilizar correctamente. La realidad es que se le ve perdido y extraño. Es como una pieza que no encaja en el conjunto.
Apariciones breves pero bienvenidas de dos grandes del cine italiano, el legendario  Vittorio De Sica como el genio, y el gran característico Aldo Fabrizi como sultán. Un triste final para la carrera del gran O’Connor que a partir de entonces quedó relegado a papeles secundarios hasta desaparecer de las pantallas a excepción de breves y esporádicas apariciones.
La película no es ni buena ni es mala. Es pasable. Hay secuencias que podrían haber sido mejores pero se quedan en apuntes y no se profundiza en ellas. Una discreta producción basada en las mil y una noches en las que se nos presenta un país musulmán imaginario e imposible, con las chicas luciendo el ombligo (en un país de esta religión acabarían lapidadas en un minuto), un espectáculo arrevistado y frívolo que podría haber sido divertido. Al conjunto le falta fuerza para haberse convertido en un espectáculo sólido, algo que no es ni de lejos.

Salvador Sáinz