UNA VELA PARA EL DIABLO (1973)


UNA VELA PARA EL DIABLO. Título original: Una vela para el diablo. Año: 1973. País: España. Director: Eugenio Martín. Reparto: Judy Geeson (Laura Barkley), Aurora Bautista (Marta), Esperanza Roy (Verónica), Víctor Alcázar (Eduardo), Lone Fleming (Helen Miller), Blanca Estrada (Norma), Loreta Tovar (May), Montserrat Julió (Beatriz), Fernando Villena (Médico), Fernando Hilbeck (Alcalde), Charley Pineiro (Luis). Guión: Antonio Fos, Eugenio Martín. Música: Antonio Pérez Olea. Fotografía: José F. Aguayo. Mercofilms / Verga Films / Vezafilms. Duración: 90 minutos. Terror. Vida rural

Nos encontramos ante una película atípica del cine español de terror, mal llamado fantaterror, palaba redundante, que floreció en los setenta dentro de la tendencia de rodar imitaciones del cine estadounidense. Por el contrario, Una vela para el diablo está ambientada en la España profunda, algo inconcebible en 1973 cuando la censura franquista acechaba muy perspicaz buscando con lupa cualquier detalle recóndito para eliminar con su voraz tijera.
¿Tanto ha cambiado España, un país en constante regresión ideológica, moral y económica? La España del 2014 se va pareciendo cada vez más a la de los años cuarenta.  En la película de Eugenio Martín (Granada, 1925) se puede vislumbrar unas grandes ansias de cambio, un deseo generalizado de evolución moral. En la actual no, todo empeora, todo se degrada a cada instante.
Un acierto importante es la elección de actrices, Aurora Bautista y Esperanza Roy, la segunda nos obsequia con algunos desnudos en la versión realizada para los mercados extranjeros ya que en España estaba completamente prohibido. Aurora Bautista (Villanueva de los Infantes, Valladolid, 15 de octubre de 1925 - Madrid, 27 de agosto de 2012) era la heroína predilecta de CIFESA por sus hagiografías de personajes que el Régimen consideraba ejemplares como Teresa de Jesús o Juana La Loca pero fue también la protagonista de La tía Tula y Pequeñeces. En cierto modo era un rostro que simbolizaba la España profunda alienada por una concepción fundamentalista de la religión.

Eugenio Martín es recordado por su Pánico en el Transiberiano de tono más cosmopolita, pero ha dirigido películas de otros géneros como westerns y musicales. Una vela para el diablo es un thriller distinto al citado porque es de ambientación estrictamente española. Es decir, una película que sería inconcebible en otro entorno aunque fundamentalistas casposos existen en todas partes pero nunca tan sórdidos como los españoles.
En la película vemos reflejada una sociedad obsesionada con la pureza, es decir con vivir según los mandamientos de una iglesia muy sui géneris que considera inmoral todo lo relacionado con el sexo cuando era indulgente en otras temáticas como golpes de estado e incluso genocidios, el abuso de poder y la corrupción política. Es decir que su moral es estrictamente genital.
Enfrente de las intolerantes (y terribles) señoras, que el director no esconde su hipocresía (una tiene un amante y la otra espía a los muchachos cuando se bañan desnudos en el río) tenemos a un grupo de muchachas que en aquellos años eran archipopulares como Loretta Tovar y Blanca Estrada. Mención especial a Lone Fleming por su arrollador personaje.
El tiempo ha convertido en clásica esta cinta de terror psicológico que para mi gusto es preferible a ese otro de monstruitos carnavalescos por la sencilla razón de que son mucho más creíbles. Esas dos mujeres intolerantes son verdugos y víctimas al mismo tiempo, alienadas por una educación deformante que las hace convertirse en pretendidas juezas de una forma de vivir absurda y grotesca, contraria a la naturaleza humana. Imagen de un país que se creyó la Reserva Espiritual de Occidente cuando en realidad fue paraíso de mangantes, aduladores y caciques.

Salvador Sáinz