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Treinta y nueve escalones (39 escalones). Título original: The 39 Steps (The Thirty-nine Steps). Año: 1935. Duración: 81 min. País: Reino Unido]. Director: Alfred Hitchcock. Guión: Charles Bennett, Ian Hay, Alma Reville (Novela: John Buchan). Música: Hubert Bath, Jack Beaver, Charles Williams. Fotografía: Bernard Knowles (B&W). Reparto: Robert Donat, Madeleine Carroll, Lucie Mannheim, Godfrey Tearle, Peggy Ashcroft, John Laurie, Helen Haye, Wylie Watson. Productora: Gaumont British. Género: Intriga | Espionaje
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Hay directores que se convierten a la categoría de míticos, porque son quienes han llevado su arte a una mayor altura. Gentes como John Ford, Buster Keaton, Stanley Donen, Charlie Chaplin, Billy Wilder, Ernest Lubitsch, Tod Browning, Terence Fisher, Akira Kurosawa, Zhang Yimou, Luchino Visconti, Luis García Berlanga, Sergei M. Eisenstein, que han escrito con oro las más brillantes páginas de la historia del cine. Alfred Hitchcock es uno de ellos. Uno de los mejores. Lo podríamos definir como la crème de la crème del séptimo arte.
Hitchcock no empezó desde arriba. Sus primeros trabajos en tierras británicas fueron muy modestos, le costó mucho dominar la técnica cinematográfica porque ya se sabe que nadie nació enseñado.
Naci en el seno de una estricta familia católica, Hitchcock estudió con los jesuitas. En 1919 la Famous Player-Lasky abrió una sucursal británica y fue contratado como rotulista. Cuatro años después Michael Bacon creó una nueva compañía y Hitchcock trabajó en ella de chico para todo, fue rotulista, guionista, director de arte, ayudante de dirección, etc. Allí conoce a Alma Reville con la que contraerá matrimonio a finales de 1926 En este mismo año comenzó a dirigir películas mudas pero tardó en conseguir su sello propio.
En 1929 filmó La muchacha de Londres, su primera película hablada. Inició el rodaje de una serie de películas de suspense modestas, pero rodadas con mucho ingenio, lo que le catapultó a una fama internacional llamando la atención de Hollywood que le contrató para rodar Rebeca en 1940 obteniendo el Oscar a la mejor película. Afincado en la Meca del cine rodó sus mejores obras.
De la etapa británica destacan dos títulos, 39 escalones y Alarma en el expreso.
En la primera nos encontramos a un canadiense (Robert Donat) que asiste a un music hall británico, un lugar bullicioso, chabacano y vulgar repleto de paletos vocingleros en donde se inicia un tumulto que finaliza con disparos.
El canadiense huye, pero se encuentra con una mujer que le pide que le lleve a su apartamento, hecho que le dejará perplejo. Una vez en el apartamento la mujer le contará una increíble historia de ruines malandrines y espías. Naturalmente no se creerá una palabra.
Acuerdan dormir en habitaciones separadas (puritanismo de la época) y a media noche la mujer irrumpe en la habitación con un puñal clavado en la espalda, tiene que huir perseguido por la policía que le acusará del crimen (¡qué tontos son los policías de estas películas!) y se encontrará con una serie de personajes extraños. Acabará esposado con una linda joven que le tomará por un peligroso asesino. En fin. Todos los trances del perfecto narrador de suspenso que mantiene en vilo al espectador a pesar de unas copias infumables.
El Hitchcock británico es más primitivo técnicamente pero mucho más ingenioso que el norteamericano. La dirección de actores es sólida. Sus ambientes perfectos, sus tramas maquiavélicas son puro grand guignol. Analizado con frialdad nada sería creíble, pero un Hitchcock te enreda y te hace creer cualquier cosa. Su maestría en la narración puede con todo.
Hitchcock es mucho Hitchcock, por algo fue nombrado el gran mago del suspenso.
Salvador Sáinz
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