Las amistades peligrosas (1988)

 

Choderlos de Laclos publicó una novela libertina sobre la aristocracia prerevolucionaria y su mezquindad.
Una aristócrata perversa apuesta a un noble, el vizconde de Valmont, que es capaz de seducir y después abandonar a una joven "virtuosa", mejor dicho carente de maldad.
Pero la maldad sólo provocará destrucción y ruina de los implicados.
En manos de Stephen Frears dicho material se convierte en un ácido retrato de la aristocracia carne de guillotina. Gente ociosa, impoructiva, que vive a costa del prójimo con una opulencia insultante. Personas carentes de escrúpulos, mezquinos, ruines.
Frears da en el clavo apoyado por un sólido reparto en los que los actores dan con mucho lo mejor de sí mismos. La exquisita Uma Thurman, entonces una desconocida, Michelle Pfeiffer y el contundente John Malkovich triunfaron en sus respectivas composiciones.


LAS AMISTADES PELIGROSAS. Título Original: Dangerous Liaisons. Año: 1988. Nacionalidad: Reino Unido. Dirección: Stephen Frears. Intérpretes: Glenn Close, John Malkovich, Michelle Pfeiffer, Keanu Reeves, Uma Thurman, Swoosie Kurtz, Mildred Natwick, Peter Capaldi. Guión: Christopher Hampton (sobre una novela de Choderlos de Laclos). Música: George Fenton. Fotografía: Philippe Rousselot. Productora: Warner Bros. Duración: 120 minutos
Premios: Nominada para 7 Oscars, ganó 3, al mejor guión adaptado, dirección artística y vestuario.

 

La Francia anterior a la revolución burguesa, que para muchos fue una estafa, hipócrita y versallesca vive su vida opulenta indiferentes a la miseria de su pueblo. En esa corte hipócrita, unos nobles, como la marquesa que interpreta con propiedad Glenn Close se dedica a sus intrigas, a escarbar en la vida ajena para enterarse de sus intimidades y regodearse con sus reveses.
El seductor vizconde de Valmont se dedica a seducir mujeres para después darles un sonoro puntapié. Primero las enamora y después las abandona sólo por diversión.
El ruin Valmont y la marquesa realizan una apuesta trampa. Conocedores de los pasadizos secretos penetran por las alcobas sin ser vistos, haciendo daño a quien les place y regodeándose en su desgracia. Son seres de una maldad refinada, cruel, inhumana.
Esa falta de escrúpulos provoca que estos seres se nos aparezcan como odiosos, incluso deseamos que aparezcan los Robespierre de turno para que les elimine de la faz de la tierra.
Algunas escenas de sexo llamaron la atención en su día, pero todas ellas estaban bien rodadas con autentico buen gusto.
La planificación y el ritmo están muy logrados. La realización equilibrada de Frears nos ofrece un espectáculo sólido, aunque le falta alguna emotividad pero naturalmente es legítimo dar una visión más gélida de aquel mundo de apariencias y desequilibrios.

Salvador Sáinz