LA ÚLTIMA NOCHE DEL TITANIC

Roy Ward Baker


La última noche del Titanic. Título original: A Night to Remember. Año: 1958. Duración: 123 min. País: Reino Unido. Director: Roy Ward Baker. Guión: Eric Ambler (Libro: Walter Lord). Música: William Alwyn. Fotografía: Geoffrey Unsworth (B&W). Reparto: Kenneth More, Jill Dixon, David McCallum, Laurence Naismith, Honor Blackman, Frank Lawton, Alec McCowen, George Rose, Andrew Keir, John Moulder Brown, Sean Connery, Desmond Llewelyn. Presupuesto: 1,680,000 libras esterlinas de la época. Productora: Rank Film Organization. Género: Acción. Drama | Basado en hechos reales. Catástrofes. Titanic

Por razones misteriosas, hay directores, guionistas, actores que escasamente han tenido el reconocimiento que se merecen. En La última noche del Titanic tenemos el caso de Roy Ward Baker, uno de los más grandes directores del cine británico, caracterizado por su sobriedad y su eficacia, capaz de abordar temas muy distintos y que apenas se le recuerda por sus películas de terror para las productoras Amicus y Hammer, donde consiguió excelentes trabajos. Escandalosamente algunos incompetentes crónicos le calificaron como “seguidor de Terence Fisher” debido a la extraña costumbre de desacreditar a todos los realizadores que han pasado por la Hammer con estos adjetivos. La carrera de Roy Ward Baker es mucho más compleja e interesante de lo que se ha dicho y ya gozaba de una excelente carrera cuando fichó para la prestigiosa productora de género fantástico.
La última noche del Titanic es para mí la mejor que se ha producido sobre este tema. La sobriedad típicamente británica, con su certera autocrítica, algo que echamos en falta en otras latitudes, como la española por cierto, es más interesante que la artificiosidad de la versión de James Cameron en los noventa con su profusión de efectos especiales.
Roy Ward Baker realiza una narración casi documental de los hechos tan luctuosos que acontecieron, pero al mismo tiempo critica con dureza las circunstancias. El típico chovinismo inglés queda muy malparado y ridiculizado. Esos presuntuosos personajes de “alta alcurnia” que se comportan como auténticos idiotas durante la tragedia o la miserable conducta de los lacayos del Titanic, camareros y marineros, impidiendo el paso de los viajeros de tercera clase que huyen para salvar su vida porque “no pueden pasar por los pisos de categoría superior”.
Una catástrofe que en algunos casos ha sacado lo más vil del ser humano, como la actitud de estos siervos que he mencionado, pero también la generosidad y la grandeza de otras personas que se desvivieron en ayudar a los desesperados pasajeros que temblorosos y asustados temían por perder sus vidas. Están las mujeres que se negaron a abandonar sus maridos para salvarse en los botes que iban flotando, prefiriendo compartir con sus esposos su suerte que un futuro solitario y vacío. Momentos sublimes de humanidad en que las personas sacan lo mejor de sí mismas.
La maqueta, los efectos especiales, están muy bien logrados. Así como el clima de desesperación, de lucha por la supervivencia, y la imbecilidad de un buque que a diez millas de la tragedia ignora las desesperadas llamadas de ayuda que el Titanic le estaba lanzando.
Muchas vidas se perdieron en la tragedia, nadie se la esperaba. Como la mítica Torre de Babel, monumento a la arrogancia humana,  la catástrofe la convirtió en confusión y desconcierto. La arrogancia típicamente anglosajona sufrió un duro revés que les dio una gran lección de humildad.
Estupenda realización del gran Roy Ward Baker, para mí uno de los mejores realizadores británicos al que le convendría hacer justicia de una vez por todas.

Salvador Sáinz


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