La escopeta nacional (1978)

Luis García Berlanga probablemente es el mejor director que ha sabido retratar ese país tan esperpéntico como impresentable que es el nuestro, España. El dictador Franco solía comentar que "Berlanga es un excelente director, pero un mal español" según sus criterios, claro. Desde su punto de vista ser español era ser afín a su régimen haciendo gala de un nacionalismo exacerbado que aún sobrevive aunque disfrazado con otras ideologías. Pero en fin, películas como La escopeta nacional nos muestran en la mayor de nuestras miserias. Esa clase política que se dedica a medrar, a enriquecerse de la forma más vil, y a manipular a la población.
El mundo de Berlanga es muy complejo. A partir de esta película sus filmes se fueron convirtiendo en corales, repletos de numerosos personajes que no paran de moverse y que siempre se mueven por intereses mezquinos, llenarse el dinero sin importar cómo.
Con razón Ramón María del Valle Inclán decía que España es un esperpento. Es como una imagen reflejada en un espejo cóncavo en las ferias. La razón de la sin razón.


La escopeta nacional. Año de producción: 1978. País: España. Dirección: Luis García Berlanga. Intérpretes: Rafael Alonso, Luis Escobar, Antonio Ferrandis, Agustín González, José Luis López Vázquez, Andrés Mejuto, Conchita Montes, Mónica Randall, Bárbara Rey, Amparo Soler Leal, José Sazatornil, Chus Lampreave, Laly Soldevila, Rosanna Yanni, Luis Ciges. Guión: Rafael Azcona, Luis García Berlanga. Fotografía: Carlos Suárez. Duración: 95 min. Género: Comedia

 

Sólo Berlanga y su Imperio Astro húngaro han sabido captar la esencia de lo que es español, un pueblo que no progresa a causa de una clase política inepta no sólo durante el franquismo sino en nuestro presente democrático.
Con La escopeta nacional inició la saga del Marqués de Leguineche recreado por el director teatral Luis Escobar quien a partir de entonces inició una breve carrera cinematográfica interrumpida por su fallecimiento.
El marqués que representa a una clase que vive de sus apariencias, de sus fantasmadas, de sus mentiras, que presume de una opulencia que no existe. Son personajes que el guión de Azcona deja a la altura del betún. Un marqués ya mayor coleccionado en frascos pelos de pubis de sus conquistas femeninas. Un hijo voyeur y una nuera mal encarada, asistidos por un capellán histérico cuya caracterización bordaba Agustín González, uno de los mayores histriones del cine español.
Tal como apuntaba más arriba, la comedia berlangiana es coral. Pone en escena numerosos personajes inquietos que no paran de moverse y que muestran sus miserias. El Berlanga de esta etapa a la que se añadieron títulos como La vaquilla, era incomprensible allende de nuestras fronteras. Sólo un español puede comprender el comportamiento de dichos personajes, o tal vez un público latinoamericano.
Es lo malo de cierta clase de comedia que está arraigada en la tierra que lo ha engendrado, resulta graciosa para quién sepa quien o qué se parodia, pero para quien desconoce los antecedentes resulta prácticamente imposible entenderla.
Es lo que hace que su cine sea rabiosamente español pese a los reproches del dictador que tuvimos en otros tiempos. Esa pandilla de vividores con escasa por no decir nula vergüenza están muy bien definidos en este metraje.
Un cine personal, intransferible y escasamente académico. Un cine que para hacerlo hay que sentirlo con el corazón y las entrañas. Un cine en que nos podemos identificar, en el que nos reconocemos y que incluso parece que hemos vivido no en una pantalla sino en nuestra vida cotidiana.
El Imperio Astro húngaro sonará a chino a muchos, es un recuerdo de un Imperio lejano, muy poderoso, orgulloso y prepotente que ya ha desaparecido y de todo su poder sólo queda un vago recuerdo. A veces ni eso.
Gracias, Luis García Berlanga por haber rodado esta filmografía tan maravillosa.

Salvador Sáinz