Cada año veo más de 500 películas y si ya soy mayorcito es de deducir que a lo largo de mi vida habré visto decenas de miles títulos por lo que es completamente imposible recordarlas todas. La memoria es selectiva y sólo permanece en tu inconsciente aquellas cintas que me han interesado. La pesca de salmón en Yemen es firme candidata al olvido más inmediato. Es posible que dentro de un mes hasta la haya borrado de mis recuerdos completamente, tal vez un día me la encuentre en cualquier lugar y no sabré siquiera si la he visto o no.
Es la típica película que los protagonistas ruedan entre película o película para ganarse algunos dólares antes de que les llegue la jubilación anticipada y aprovechan para engrosar su patrimonio personal y asegurarse una madurez lo más cómoda posible. Es la película que las multinacionales colocan en los packs, en el caso de que los distribuidores y exhibidores deseen programar una cinta con gran interés deben adquirir un lote completa en donde figuran aquellos títulos que nadie quiere ver pero que se deben adquirir por imperativo legal y que en nuestras pantallas le quita el sitio a una producción nacional.
En fin. No quiero decir que la película sea mala, no me he aburrido un solo instante, pero tampoco me he entusiasmado. Su proyección transcurre con total frialdad.
La anécdota, un jeque árabe quiere pescar salmones en Yemen en medio de un desierto. Se gasta su dinero en importar salmones y fabricarse la cauce de un río, con dinero todo es posible. Aparecen unos fundamentalistas que desean asesinarle porque consideran que se ha ofendido al Sumo Creador aunque no sabemos por qué y por otro lado la gentes que habitan el desierto podrán ganarse bien la vida con una floreciente industria salmonera.
Todo transcurre con corrección y sin sorpresas. Una historia amorosa de lo más tópica en medio del asunto político para atraer más público a las salas porque, se cree, que eso vende y si el negocio marcha todos contentos.
Y nosotros a esperar películas mejores para disfrutar nuestra amada pasión que es el cine y eso es todo. Nada que resaltar.
Salvador Sáinz
