ASTERIX Y OBELIX: AL SERVICIO DE SU MAJESTAD

Basado en los famosos comics de René Goscinny y Albert Uderzo (Astérix en Bretaña y Astérix y los Normandos) esta cuarta adaptación cinematográfica con actores reales, tras una serie en dibujos mucho más afortunada, ha pinchado en taquilla estrepitosamente debido a su escaso sentido del ritmo y su falta del sentido del humor.
En otros tiempos el cine francés triunfó con las películas cómicas. En el mudo Max Linder se convirtió en un pionero y en el indiscutible maestro del mismísimo Charlie Chaplin. En décadas posteriores Fernandel y, sobretodo, Louis de Funes se convirtieron en unos referentes indiscutibles de la comedia francesa. Hace dos décadas se produjo el éxito de Los visitantes ¡no nacieron ayer! (1993) y su continuación Los visitantes regresan por el túnel del tiempo (1998) sorprendiendo a propios y extraños.
La serie del héroe galo y su obeso compañero Obélix prometieron diversión: Astérix y Obélix contra César (1999), tal vez la mejor con el atractivo suplementario de la presencia de Roberto Begnini; Astérix y Obélix, Misión Cleopatra (2002), con Monica Belucci, también era divertida; pero Astérix y los juegos Olimpicos (2008) rodada en la Ciudad Luz de Alicante empezaba ya a naufragar por los cuatro costados. La presente, Astérix y Obélix: Al servicio de Su Majestad (2012) es ya la hecatombe.
Efectos digitales pobres, un guión soso aburrido y un humor inexistente. Se desperdicia un material que en otras manos hubiera resultado hilarante. Como la obra original de Uderzo y Goscinny se recurre a los anacronismos para mostrar los tópicos de Inglaterra y las costumbres británicas como tomar el té a las cinco. Sin embargo la falta de salero del realizar desluce la fiesta y la convierte en una sosería inaudita. Lástima.

Salvador Sáinz