EL RETAULE DEL FLAUTISTA (2012)


EL RETAULE DEL FLAUTISTA. Año: 2012. País: España. Director: Ricard Reguant. Reparto: Joan Pera, Carles Canut,Enric Serra, Gisela, Xenia Reguant, Arnau Puig, Joan Olivé, Roc Olivé, Ivan Labanda, Joan Carles Bestard, Lluis Casanova, Victor Guerrero, Miquel Fullana, Eduard Doncos, Dani Claramunt, Karen Gutiérrez, Catalina Munar, Montse Miralles, Paco Molgosa, Jaume Fuster, Marc Rius. Guión: Ricard Reguant (basado en la obra de Jordi Teixedor). Director de Fotografía: Joan Carles Lausín. Música: Pep Sala (compositor música original Carles Berga). Coreógrafa: Maite Marcos. Director de Arte: Oriol Puig. Producción Ejecutiva: Ramon Vidal, Oriol Sala-Patau. Televisió de Catalunya y Fausto Producciones. Duración: 82 minutos. Comedia musical. Edad Media

Corría el año 1972 cuando el autor de estas líneas tenía un grupo de Teatro Independiente en mi ciudad natal, una ciudad que en aquellos tiempos no estaba tan aficionada como es en el presente aunque yo suelo creer que la burguesía local cuando asiste a las salas no es para disfrutar de un espectáculo artístico sino a un acto social para presumir ante sus conciudadanos.
En fin, vamos a dejarlo para evitar malos rollos. Como venía diciendo en 1972, en aquella etapa de mi vida, tuvo lugar el estreno en el Teatre Capsa de Barcelona la obra que nos ocupa, El retaule del flautista de Jordi Teixedor protagonizado por Pau Garsaball, un hombre que lo entregaba todo por su profesión y la obra me causó una profunda impresión hasta tal punto que terminé por aprendérmela de memoria. El libreto se publicó, lo adquirí y lo leí las veces necesarias para aprenderme todo el texto.
Los criticuchos de siempre la despreciaron, esos pavos reales que hablaban escuchándose a sí mismos, deleitándose de su voz y jactándose de todos sus (por otra parte inexistentes) conocimientos. Cuarenta años después esta obra se ha convertido en una tele movie, una película para televisión dirigida por Ricard Reguant. Pero antes de entrar en materia me voy a referir al significado de la obra en aquel tiempo, los años finales de la dictadura franquista.
La obra, curiosamente, me parece más actual porque refleja una forma de poder semejante al actual más al de la época en que se escribió cuando las formas eran distintas. Los ayuntamientos de aquel tiempo eran mucho más siniestros que los actuales y el poder era mucho más salvaje que el mostrado por el telefilme actual.
Los personajes secundarios eran arquetipos de aquel tiempo. El sacerdote era preconciliar, el jefe de la milicia era lo que en aquel tiempo lo llamábamos “un nazi”. Había una polémica sobre el cine que se debía rodar y las obras que se debían escenificar. Para los aludidos (no) pensadores, realizar obras o películas que la gente pudiera comprender era superficial y reaccionario. Lo progresista era aquel cine, aquel teatro hermético que el público habitual no entendiera ni papa y saliera del espectáculo creyendo que le estaban tomando el pelo. Se fomentaba obras elitistas. Años después, al morir el dictador, y tomar las riendas de la producción artística se fomentó, mediante la subvención, un tipo de espectáculo que sólo interesaba a reducidas minorías y a veces ni eso. Películas que nunca se estrenaban y si lo hacían en festivales de cine vaciaban la sala en cuestión de segundos.
Sin embargo, siempre he pensado que si estos espectáculos deben de ser financiados con el dinero público, procedente de los impuestos, su destinatario es el ciudadano ya que es él quien lo financia con el sudor de su frente y tiene todo el derecho del mundo de disfrutarlo. Pero el elitismo nos ha llevado a un callejón sin salida y su inoperancia ha quedado en la actualidad al descubierto.
Por eso yo valoraba obras como la presente porque estaba al alcance de cualquier espectador, era valiente y denunciaba la corrupción del sistema con un lenguaje nítido, diáfano, asequible para cualquier espectador en vez de buscar el regodeo de unas minorías encerradas en su torre de marfil.  

Ahora pasemos a la telemovie, un musical a la catalana. Recuerdo que en 1993, en el Teatre Artesá de Gracia, bajo la dirección de Antoni Verdaguer rodamos la versión cinematográfica de Don Jaume el conquistador, la obra de Serafí Pitarra (Frederic Soler) que también tenía canciones. También era un musical a la catalana como el telefilme que nos ocupa. Nunca se ha visto en TV3, pues alguien se ofende o se ofendió con su contenido y la Generalitat nos denegó una subvención perjudicando su carrera comercial.
La película de Ricard Reguant recupera el aspecto sarcástico, incisivo y vitriólico de aquel teatro que se daba en aquel tiempo, los años setenta, y está en la onda de la película que he citado. Un musical que parece haberse escrito en la actualidad, el Movimiento 15 M y la corrupción política que si bien en los últimos años se denuncia con frecuencia en realidad ya existía desde tiempos inmemoriales, durante toda la democracia desde el primer día, incluso cuando las fuerzas políticas actualmente en el poder estaban en la clandestinidad y de los políticos franquistas poco se ha sabido por la censura de los medios de comunicación. Aunque en aquel tiempo, recordemos el caso MATESA, que bien se merecería una película, en la que un coche de la policía fue a un ministerio y detuvo al ministro para llevarlo directamente a la cárcel, algo que en el tiempo presente no se puede hacer porque el cargo le da inmunidad.
Eran dos formas de poder, la actual es más astuta, más sibilina, la anterior era bruta y obtusa.
Los personajes de El retaule del flautista, pese al sacerdote preconciliar que se parece a esos monstruos que padecimos cuando íbamos al colegio, y ese “nazi” que Carles Canut en cierto modo suaviza, ya que en la obra de 1972 era mucho más salvaje, son mucho más semejantes a los sibilinos políticos actuales que hablan mucho sin decir nada y que prometen y no cumple y en realidad sólo miran por sus intereses particulares. Son la gente que te sonríe mientras te clava una puñalada adornada de halagos. La gente de la falsa amabilidad, de la sonrisa embustera y la vacua bondad. Son esos seres que siempre mienten, que nunca dicen la verdad. Los que pretenden pasar por tus amigos y no lo son ni lo serán jamás.
Algunos números me han recordado Golfus de Roma, el cine de Richard Lester, el humor corrosivo británico, la Monty Python por ejemplo que en Los caballeros de la mesa cuadrada sacaba una Edad Media guarra, mucho más real que la mostrada por Hollywood con unos caballeros feudales y unos campesinos de ropaje impoluto y brillante.
Números filmados con grandes angulares y filigranas visuales propias del corrosivo humor de los cineastas citados.
Es decir, Ricard Reguant no sólo recupera un texto en su día considerado subversivo, sino que incorpora un lenguaje cinematográfico provocador que rompe con la sucesión de planos estáticos del cine patrio de reciente producción.  En otras palabras Reguant no sólo recurre a un contenido beligerante sino también a un continente, a una forma de narrar la película propio de los cineastas airados de las nuevas olas surgidas a finales de los sesenta que parecía haberse olvidado en la actualidad.
Es lástima que El retaule del flautista se haya limitado a una telemovie porque bien se merecería pasar por las salas aunque su destino final sea disfrutarla en DVD. Por cierto las audiencias, los rankings y los share me importan un bledo.

Salvador Sáinz