VIGILANTES DEL CIELO (1943)


VIGILANTES DEL CIELO. Título original : Air Raid Wardens. Año : 1943. Pais : EEUU. Director : Edward Sedgwick. Intérpretes : Stan Laurel, Oliver Hardy, Edgar Kennedy, Jacqueline White, Stephen McNally, Nella Walker, Donald Meek. Guión : Martin Rackin, Jack Jevne,Charles Rogers,Harry Crane. Música: Nathaniel Shilkret. Fotografía: Walter Lundin (B&W). Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Duracion : 64 minutos. Genero : Comica

A principios de los cuarenta el mundo entraba en guerra y tras el ataque a Pearl Harbour los Estados Unidos decidió intervenir, el gigante japonés despertó al coloso norteamericano provocando que la contienda se decantara hacia el bando de los aliados.  La maquinaria de Hollywood movilizó a sus artistas para protagonizar películas propagandísticas y los eternos Stan Laurel y Oliver Hardy no podían ser menos.
La famosa pareja estaba viviendo un mal momento porque su tiempo ya había pasado, sus años de gloria ya quedaban atrás y se había rescindido su contrato con Hal Roach pasando a trabajar para otras productoras como la 20th Century Fox y la Metro Goldwyn Mayer en dos ocasiones. Una fue la presente, encargándose de la realización el eficiente Edward Sedgwick, un director que no ha brillado especialmente pero que en tiempo pasado estuvo ligado a los mejores filmes de Buster Keaton en la Metro (El cameraman, El comparsa, Doughboys) pero también a los peores (Piernas de perfil, Pobre tenorio, Queremos cerveza). El resto de su carrera es muy oscura recordando únicamente los largos en los que intervinieron Stan Laurel y Oliver Hardy, Pick a Star (1937) en un cameo especial, y Vigilantes del cielo (1943). Fue un director a sueldo carente de personalidad y si en sus películas brillaron algo fue debido a que la dirección real la asumieron sus protagonistas como el caso de las mentadas obras del gran Keaton, creador auténtico de las mismas, mientras que la labor de Sedgwick quedó relegada a la de mero técnico. Cuando el control de las películas pasaron a manos del productor Larry Weingarten la calidad de las mismas descendieron hasta caer al más profundo de los abismos de la nulidad.
Vigilantes del cielo emerge con un oasis de la última y peor parte de la carrera de la popular pareja porque Stan Laurel se esforzó hasta el último aliento en hacer reír al público. Sus rutinas ya eran rutinarias en aquel tiempo, valga la redundancia, pero aún así siempre se esforzaron en provocar la carcajada.
Por otra parte tenemos un argumento interesante, más brillante de lo habitual en la postrera etapa de su carrera. La retaguardia en tiempo de guerra. Un tranquilo pueblo estadounidense en donde se fabrica material bélico es objetivo de los saboteadores enemigos, los nazis en este caso, que intentarán provocar un desastre de gran magnitud pero dos torpísimos ciudadanos les pararán los pies.
El astuto argumento presenta el clásico tópico del incompetente que a la hora de la verdad demuestra gran valor y sale airoso en su cometido. Viene a demostrar las teorías norteamericanas de que hasta el más incompetente de los compatriotas puede convertirse en un héroe y realizar un gran servicio a la nación, argumento típico del cine cómico realizado en épocas bélicas. Como film propagandístico Vigilantes del cielo funciona a la perfección y, además, no resulta desagradable. Como película cómico provoca la carcajada, sus gags son poco originales, pero llevan el sello de calidad de la popular pareja que dieron lo mejor de sí mismos aunque las fuerzas empezaran a abandonarles.
Pero para mí la parte más valiosa de la cinta es el documento de una época, mostrando la vida de la retaguardia en cualquier población estadounidense que podría trasladarse a otras ciudades del mundo en parecidas circunstancias.
Desgraciadamente Laurel y Hardy tenías sus días contados. Dos años más de carrera en sentido descendente, posteriormente el silencio del que salieron para rodar un último esfuerzo en Europa, Robinsones atómicos (1951) y posteriormente su triste final. Subvalorados en su día, en la actualidad están considerados con toda justicia como dos genios del humor.

Salvador Sáinz