BUFFALO BILL (1936)


BUFFALO BILL.Título original: The Plainsman. Año: 1936. País: Estados Unidos. Director: Cecil B. DeMille. Reparto: Gary Cooper (Wild Bill Hickok), Jean Arthur (Calamity Jane), James Ellison (Buffalo Bill Cody), Charles Bickford (John Lattimer), Helen Burgess (Louisa Cody), Porter Hall (Jack McCall), Paul Harvey (Mano Amarilla), Victor Varconi (Caballo Pintado), John Miljan (General George A. Custer), Frank McGlynn Sr. (Abraham Lincoln), Granville Bates (Van Ellyn), Frank Albertson (Joven soldado), Purnell Pratt (Capitán Wood), Fred Kohler (Jake - A Teamster), Pat Moriarity (sargento McGinnis), Charles Judels (Tony - el barbero), Harry Woods (Quartermaster Sergeant), Anthony Quinn (un indio cheyenne), Guión: Waldemar Young, Harold Lamb, Lynn Riggs. Música: George Antheil. Fotografía: Victor Milner (B&W). Paramount Pictures. Duración: 113 minutos.Western. Biográfico

Resulta sorprendente el título español de The Plainsman (El llanero) como Buffalo Bill, cuando dicho personaje tiene un cometido secundario y el protagonista es Wild Bill Hickok. James Butler Hickok (27 de mayo de 1837 – 2 de agosto de 1876), llamado Wild Bill ("Bill el Salvaje"), fue hijo de William Alonzo y Polly Butler Hickok, explorador, aventurero, jugador, pistolero y Marshall de los Estados Unidos.
Hickok no fue tan popular como el mentado Buffalo Bill pero siempre ha representado la imagen de un caballero noble aunque en los últimos años su imagen de “mataindios” le haya desmitificado gracias a nuevas corrientes de opinión que cuestionan al legendario Oeste.
Buffalo Bill o Bill Cody fue hombre de espectáculo, creó un circo que llegó a Europa, desembarcó en Barcelona y popularizó su imagen en novelas baratas y espectáculos circenses.
Hickok falleció joven, a los 39 años, y se convirtió en leyenda pero su fama fue siempre inferior a la de Bill Cody.

Para representar al legendario pistolero el gran Cecil B DeMille escogió al no menos grande Gary Cooper, un actor que mejor representa las virtudes (si es que las hubieron) del caballero del lejano y salvaje Oeste. Alto, desgarbado, elegante. Cooper representa lo más noble del cowboy, del hombre de la frontera, del pionero que arriesgó su vida por un futuro mejor. Esa gesta de numerosas familias que se adentraron en tierras extrañas jugándose la vida en busca de una oportunidad que su país de origen le negaba.
Así en esta cinta del gran DeMille no sólo aparecen Hickok y Cody sino el célebre general Custer, presentado como un héroe por Raoul Walsh con Errol Flynn o un vil genocida por Arthur Penn. No podía faltar Calamity Jane, para mí el mejor personaje de la película, interpretado por la pizpireta Jean Arthur en su más famoso papel. En las películas del gran cineasta siempre han abundado unos personajes femeninos muy bien definidos con una personalidad propia y fuerte carácter. Los que interpretó Paulette Godad en la década de los cuarenta, ya en Technicolor, en el mejor DeMille por ejemplo. La Betty Hutton de El mayor espectáculo del mundo,  una mujer extraordinaria que se sale de lo común.
La Calamity Jane o Juana Calamidad histórica es recordada como una mujer vulgar y zafia, pero Hollywood y sobretodo DeMille todo lo embellecía con ese toque mágico, ese sutil buen gusto y su habilidad en la narración cinematográfica en la que fue todo un maestro. DeMille siempre ensalza la heroicidad, la entrega y el sacrificio de esos grandes héroes que a su manera y desde su punto de vista conservador construyeron un país de la nada. Una tierra salvaje con tribus que viven al margen de la evolución de la especie humana, o al menos así nos lo presenta. Es la imagen de un país que se hizo a sí mismo, que no procede de ninguna tradición previa. La América (bueno los Estados Unidos, menos pretensiones) de los pioneros, de los que hacían camino al andar, de los fundadores de ciudades y pueblos que, al igual que el pueblo hebreo de Los diez mandamientos, vagaban por el desierto en busca de la Tierra prometida.
Yo prefiero el DeMille de los cuarenta al de los treinta quizá porque sus películas en esta época son mucho más maduras, mucho más sólidas, tenían personalidad propia pese a que los críticos se la negaban porque siempre se habla de cine en función de ideologías políticas que se consideran correctas como si el pensamiento no fuera libre.
Gary Cooper y Jean Arthur representan en 1936 lo mejor de Hollywood, lo más noble, en ese juego de miradas y de gestos, en ese amor no correspondido porque nuestro héroe parece temer más la sonrisa de una mujer que el tomahawk de un piel roja. Ese personaje que Cooper bordaba, el caballero tímido, sensible y observador, siempre respetuoso con sus damas de gestos comedidos y mirada tierna. Un ejemplo de buen cine que no deberíamos olvidar.

Salvador Sáinz