LUCES EN LA CIUDAD (1931)


LUCES DE LA CIUDAD. Título original: City Lights. Año: 1931. País: Estados Unidos. Director: Charlie Chaplin. Reparto: Charlie Chaplin (Charlot, el vagabundo), Virginia Cherrill (la chica ciega), Florence Lee (la abuela de la ciega), Harry Myers (un millonario excéntrico), Al Ernest Garcia (el mayordomo del millonario), Hank Mann (un boxeador), Albert Austin (barredero / ladrón), Harry Ayers (policia), Eddie Baker (árbitro boxeo), Henry Bergman (alcalde / vecino de la ciega), Jean Harlow (chica en el restaurante). Guión: Charlie Chaplin. Música: Charlie Chaplin. Fotografía: Rollie Totheroh & Gordon Pollock (B&W). United Artists. Duración: 81 minutos. Romance. Comedia, Pobreza. Comedia romántica. Cine mudo. Comedia dramática

Cuando el cine mudo estaba prácticamente muerto, Charlie Chaplin que siempre se negó a la nueva técnica, siguió emperrado en rodar sus nuevas películas sin diálogos ni palabras. Así tanto Luces en la ciudad como Tiempos modernos, presentan efectos de sonido pero básicamente son mudas en su concepción y desarrollo.
Harold Lloyd y Buster Keaton ya se habían plegado al sonoro porque no les quedaba otro remedio. Sus resultados son desiguales, afortunados en Lloyd decepcionantes en el segundo caso debido a que perdió el control creativo de su cine, pero eso es ya otra historia. Chaplin y Lloyd eran independientes, y si éste se supo adaptar con éxito en cambio el popular Charlot se aferró a su estilo sabiendo que la guerra estaba de antemano perdida.

Luces en la ciudad, puro Chaplin, prosigue en su línea en la que la parte melodramática y la cómica se entremezclan con sabiduría.
El vagabundo se enamora de una mujer ciega, una florista que vende sus flores en una esquina, y se convierte en un caballero protector.
En cierto modo, la infeliz muchacha se autoengaña, se cree que trata con un caballero de alto copete, de un hombre rico que se compadece de su situación. Vive una historia de fantasía.
El mundo de Chaplin es romántico y dulce. Muy idealista. Sin embargo sabe tocar la sensibilidad del público. En eso consiste su maestría.
Pero para muchos la parte cómica es la más sustanciosa de todo su estilo. Es decir, ese vagabundo transgresor que humilla a gente poderosa.
Aparece el personaje de un millonario, un ser contradictorio que cuando está sobrio es un déspota pero borracho se comporta de forma más generosa.
Su humor además de transgresor funciona por su arte, por su dominio de la pantomima. Sus gestos, sus miradas, sus movimientos. Todos ellos calculados al milímetro.
Chaplin fue un perfeccionista en esta etapa de su carrera, eran otros tiempos en que se podían tener estudios propios. No se veía limitado por un calendario que le obligaba a entregar la película en una fecha determinada.
Así el cineasta inglés se dedicaba a pulir cada detalle.
Nunca dejaba nada a la improvisación. Su personaje es único, ese vagabundo, ese lumpen, que a pesar de ser un marginado, un ser que no tiene techo y vive en la miseria se comporta siempre con modales refinados.
A pesar de amasar una gran fortuna con sus películas, Chaplin jamás olvidó sus orígenes. Muestra un sociedad completamente clasista con sus millonarios egoístas y sus lacayos que son aún peor que ellos.
Nuestro héroe busca salir de la pobreza, pero lucha en beneficio de una causa noble. Ayudar a un se desvalido que no puede defenderse por sí mismo. Releja una sociedad deshumanizada, fría en la que sólo importa el dinero, el beneficio económico por encima de todo. Una sociedad carente de sentimientos, de amor al prójimo.
No más empezar vemos la inauguración de un monumento en que el alcalde y fuerzas mayores pronuncian unos discursos que se nos antoja ridículos. Chaplin utiliza el sonido para mostrarlos de forma grotesca e hilarante.
Con Tiempos modernos, este filme supone el canto del cisne de una forma de arte que se perdió para siempre aunque siempre han quedado películas aisladas que nos han devuelto su encanto: La hija del guardabarreras (1975) dirigida por Jerôme Savary, que no hay forma de recuperar; The Artist (2011) de Michel Hazanavicius  y Blancanieves (2012) de Pablo Berger.

Salvador Sáinz