KAGEMUSHA: LA SOMBRA DEL GUERRERO (1980)

Kagemusha es una de las últimas obras maestras del gran Akira Kurosawa (Shinagawa, Tokio, Japón, 23 de marzo de 1910 / Setagaya, Tokio, Japón, 6 de septiembre de 1998) quien a la sazón tenía 70 años de edad, pasando por momentos amargos en su vida profesional. Uno de los más grandes cineastas que ha dado la nación del Sol Naciente, autor de Los siete samuráis, Ran y Rashomon, fue considerado un paria en su país. Ninguna productora le quería financiar una película cuando Francis Ford Coppola y George Lucas decidieron darle su apoyo consiguiendo financiación de la 20th Century Fox para poder llevar a los blancos lienzos esta gran epopeya que es la película que nos ocupa.
Dersu Urzala se había rodado cinco años antes, tuvimos que esperar otros cinco para Ran y la misma cantidad para Los sueños de Akira Kurosawa, un hecho verdaderamente triste pero habitual en esta profesión en dónde sólo interesa el rendimiento en taquilla.
Kagemusha trata del tema de la impostura. Un vulgar criminal, muy parecido físicamente a un Señor Feudal moribundo para engañar a sus enemigos. En japonés, la palabra, Kagemusha, es un término utilizado para denotar a un señuelo político. La película está ambientada en el Periodo Sengoku de la Historia de Japón.
La paradoja de la película radica en que el señor feudal fallece, es hecho desaparecer para que las tropas no se desmoralicen y el usurpador, el doble, acaba por asumir todas sus funciones engañando a propios y a extraños, menos a su caballo que le derribará cada vez que le intenta montar.
Kurosawa no se limita a contar las batallas, muy propias de cierto cine comercial, sino que nos habla de las intimidades de los personajes centrales. El impostor que confiesa su condiciona las concubinas de su señor ya fallecido y no le creen.
A pesar de la ruindad del personaje se hace con el afecto de todos porque su papel le transforma.
La película no se recrea en las secuencias de acción, sus encuadres son muy precisos, son como pinturas al oleo, auténticas obras de arte. Kurosawa es un maestro en la imagen, en cada plano cuidado hasta el menor detalle y en mostrar las interioridades de los personajes.
Es lástima que la industria tratara mal a Kurosawa, porque cada obra suya deja una huella imperecedera.

Salvador Sáinz