EL COLOSO DE RODAS (1961)


EL COLOSO DE RODAS. Título original: Il Colosso di Rodi. Año: 1961. Italia, España. Director: Sergio Leone.Reparto: Rory Calhoun (Darios), Lea Massari (Diala), Georges Marchal (Peliocles), Conrado San Martín (Thar), Ángel Aranda (Koros), Mabel Karr (Mirte), Mimmo Palmara (Ares), Roberto Camardiel (Serse), Alfio Caltabiano (Creonte), George Rigaud (Lissipu), Yann Larvor (Mahor), Carlo Tamberlani (Xenon), Félix Fernández (Carete), Ignazio Dolce, Antonio Casas (Embajador Fenicio), Fernando Calzado (Sirione), Álvaro de Luna, Arturo Cabré, Rafael Hernández, Ángel Menéndez, Nello Pazzafini, Gustavo Re (Mercader), Norman Rose (Voz), José María Vilches (Eros). Guión: Sergio Leone, Ennio de Concini, Cesare Seccia, Luciano Martino, Ageo Savioli. Música: Francesco Angelo Lavagnino. Fotografía: Antonio Ballesteros. Coproducción Italia-Francia-España. Aventuras. Antigua Grecia. Duración: 120 minutos.

Con El coloso de Rodas el afamado director de culto Sergio Leone debutó en la dirección. Antes había colaborado en otros proyectos como Los últimos días de Pompeya pero fue en un verano de 1960 cuando por vez primera abordó en solitario la realización.
Bueno, lo de solitario es un decir, ya que hubo desavenencias con la productora y se retiró antes de hora asumiendo la dirección su ayudante Jorge Grau en algunas secuencias.
Parte del rodaje tuvo lugar en Cantabria, concretamente en el puerto marinero de Laredo reconvertido en la isla de Rodas (en griego Ρóδος, Ródos; en italiano: Rodi) la isla griega más extensa del archipiélago del Dodecaneso. La capital de la isla se llama también Rodas. Administrativamente, conforma la unidad periférica de Rodas.
Mal llamado “cine de romanos” (porque la época retratada es anterior a dicho imperio), la opera prima de Leone no obstante tiene una aureola de western. Su protagonista Rory Calhoun  es especialista del género en su país de origen, y algunos planos parecen típicos de las futuras cintas del realizador.
No obstante nos encontramos con todos los tópicos habidos y por haber del género que en aquella época sobresalía por su ingenuidad. El héroe, el familiar o amigo gracioso del mismo, la chica buena, la mala, el villano, los cuerpos de baile que se contorsionan hasta lo indecible. No falta nada. Una máquina infernal y diabólica, un terremoto y exhibición de cuerpos masculinos.
Las chicas muy tapadas por cierto.
Vista en la actualidad la película se ve con inusual simpatía, es correcta técnicamente y los actores suelen estar bien sobretodo la malvada Lea Massari, una de esas damas tan exuberantes propias del cine italiano.
Tenemos excelentes secundarios como Ángel Aranda, Félix Fernández, Roberto Camardiel, George Rigaud. Rostros habituales del cine español de la época. Conrado Sanmartín y Antonio Casas oficiaban de villanos, junto a Mabel Karr.
Los efectos especiales, entonces artesanales, son profesionales y creíbles. La reconstrucción histórica plausible así como la construcción del legendario coloso.
La trama aunque tópica está muy bien urdida. Los villanos intrigantes que tratan de apoderarse de la isla para controlar el mar adyacente dado su situación estratégica. Los villanos son malos y además sádicos que recurren a torturas algo teatrales como esa campana gigante en donde colocan a un reo para torturarlo a campanazos.
Todo el espectáculo ha sido organizado a la perfección, y la película jamás aburre y tiene su gracia, su encanto que ha vencido al paso del tiempo. Un cine artesanal con decorados de cartón piedra, tan defenestrada por la crítica, pero que en la actualidad resulta entrañable. Una cinta para divertirse y pasar el rato sin grandes complicaciones.

Salvador Sáinz

RECUERDOS DE UN RODAJE

Tal como he contado la primera vez que estuve en un rodaje fue en septiembre de 1960 en Laredo (Cantabria). La película era El coloso de Rodas y el director Sergio Leone (Roma, 3 de enero de 1929 – Roma, 30 de abril de 1989). En aquel tiempo Leone era un director novel, un desconocido. No se era consciente de la transcendencia que iba a tener en el futuro pero con un tipo de cine muy diferente, el western europeo, llamado de forma despectiva spaghetti western. Sólo tres años después rodaría su famosa Por un puñado de dólares (1964), inspirada en Yojimbo (1961) del maestro Akira Kurosawa. La inspiración no se ceñía únicamente al argumento, al guión, que es calcado pero traspasado al western americano, sino su forma de planificar, de mostrar los personajes, la acción. Su éxito algo relativo pero no espectacular, le facilitó el rodaje un año después de La muerte tenía un precio (1965) que machacó taquillas y provocó la indignación de la crítica que cargó contra Leone de una forma brutal. Hubo de pasar cierto tiempo para que a Leone le mitificaran y le consideraran como un maestro del cine que en realidad es. Es posible que haya otros directores que me han interesado más pero eso no viene al caso.

Era, como decíamos, septiembre de 1960, Laredo (Cantabria), cuando fuimos la familia al puerto de la villa marinera repleta generalmente de barcas de pescadores que siempre me llamaba la atención por las mareas. Había días que estaba baja y no había mar con as barcas tumbadas sobre la arena, algo que nunca había visto en el Mediterráneo donde yo habito.
En una de las dos bifurcaciones de entonces, ya que el puerto en la actualidad es completamente distinto, unos extras corrían bajo la falsa lluvia de unos técnicos que lanzaban sus chorros de agua al cielo. El agua caía sobre los atribulados soldados que corrían huyendo del famoso terremoto.
La escena se repitió varias veces. Al dar por buena la toma, yo había visto el rodaje desde la otra bifurcación del puerto, me dirigí al rodaje para verlo más de cerca y estaba ahí, sentado en su silla de director, el gran Sergio Leone, entonces sólo un desconocido, un director novel con la cabeza y el espíritu lleno de sueños e ilusiones.
En esta secuencia aparecía Rory Calhoun a quien jamás había visto en cine. En realidad lo he visto pocas veces porque no estaba muy dotado para el arte de Talía. Eso sí tenía un buen físico y era muy atractivo.
Leone daba sus órdenes y los ayudantes de dirección organizaban el rodaje con celeridad. De nuevo los técnicos de la manguera y otros, que antes no había vislumbrado con claridad, manejaban un ventilador gigante que me hacía mucha gracia. Las hélices giraban y otro técnico lanzaba tierra con una pala al ventilador que esparcía la tierra por el escenario.
Calhoun corría bajo la lluvia, aparecía por el fondo del decorado, se dirigía al centro. Miraba de lado a lado hasta ver “algo” imaginario y correr hasta ese nuevo punto que en la película, una vez montada, resultaba ser una salida de escape de aquel lugar de desolación y muerte que era Rodas durante el famoso terremoto que destruyó el coloso.
Una vez rodada esa secuencia el equipo hizo una pausa para comer, la familia aprovechó para curiosear entre los decorados y hacerse las fotos que acompañan este reportaje.
Las columnas que en la película parecían de mármol eran de yeso. Las barcas de pescadores eran “maquilladas” para que parecieran naves griegas y el coloso, lo que me llamó más la atención, era de madera. En la película parece de bronce, pero sus patas que estaban en el puerto de Laredo eran de madera, tal como lo cuento.
El decorado se reutilizó en otro peplum de Guido Malatesta, Golitah contra los gigantes. Una película extraña pero entrañable.
Recuerdo una curiosa anécdota de esta película que voy a narrar sin más dilación. En algunas secuencias en las que se ve el puerto, el equipo de dirección contrató a los niños de Laredo para que hicieran de extras disfrazándoles de marineros de Rodas o bien soldados de la isla para dar la impresión de que el puerto era mucho más grande de lo que era.
Una vez saciada nuestra curiosidad por el decorado dirigimos nuestros pasos al Restaurante Somera para comernos unas sardinas asadas, especialidad de la casa y de muchos lugares de la cornisa cantábrica que yo recomiendo vivamente.Ahí conocimos a George Rigaud, pero eso es otra hustoria.

Salvador Sáinz