La joya de Shanghai marca un punto de inflexión en la carrera de Zhang Yimou y Gong Li. Mal recibida en su día, supuso un distanciamiento del autor de Vivir y Sorgo Rojo con su musa que a partir de entonces pasó a protagonizar las películas de Chen Kaige mientras que Yimou se buscó nuevas musas como Zhang Ziyi. Afortunadamente la ruptura no fue definitiva y se reunieron en nuevas obras como la inédita Regreso a casa y La maldición de la flor dorada.
El film que nos ocupa está ubicado en el Shanghai de los años veinte, el auge del gangsterismo chino, las temibles triadas, los cabarets y las salas de fiestas, la opulencia de los capós como el perverso Tang cuya amante fue sacada del arroyo, un ser presentado como un machista recalcitrante, todopoderoso y cruel. En manos de Yimou es una representación del poder absoluto que todo lo ve y que todo lo corrompe.
Como es habitual en Yimou destaca la utilización de la parte visual, la bella fotografía, tanto en la primera parte y la segunda muy diferenciada por exigencias argumentales.
La sala de fiesta lujosa, la orquesta, público bailando (tanto oriental como occidental) y los números musicales en los que la musa Gong Li brilla como nunca. Tal vez es la ocasión en donde su belleza, su atractivo está en su máximo esplendor. Su personaje evoluciona a través de metraje. En la aludida segunda parte que transcurre en una isla solitaria se humaniza, se aproxima a su sirviente, el joven Tang al que maltrata y humilla en la primera parte.
La soledad, el alejamiento del ambiente que halaga su ego la hace más humana, más vulnerable. Su Joya se convierte en un ser más afable.
El argumento da un giro de 180 grados, como es habitual en Yimou, la tragedia de sus primeras películas siempre acechando. Sus películas son parábolas sobre la inutilidad de la rebelión, el poder absoluto es siempre más fuerte. El jefe Tang todo lo corrompe porque su fuerza lo domina todo.
Toda película de Yimou en esta época es desesperada. Tanto el emperador de La maldición de la flor dorada como el jefe mafioso de La joya de Shanghai representan un poder absoluto, una dictadura cruel e inhumana que en realidad es una metonimia, es decir una caricatura del sistema político chino que a pesar de su prestigio en Occidente es en el fondo una dictadura totalitaria que pisotea los derechos humanos (recordemos la matanza de la Plaza de Tiananmén o la misma Revolución Cultural maoista que obligó a Yimou a abandonar sus estudios y vivir diez años en el campo trabajando como operario textil).
Yimou representa una corriente crítica con el sistema de su país, aunque en los últimos años haya terminado como el cineasta oficial del régimen que lo ha absorbido completamente.
Salvador Sáinz