EL FANTASMA DE LA OPERA (1925)

EL FANTASMA DE LA ÓPERA. Título original: The Phantom of the Opera. Año: 1925. País: Estados Unidos. Director: Rupert Julian. Reparto: Lon Chaney (Erick, el Fantasma), Mary Philbin (Christine Daae), Norman Kerry (vizconde Raoul de Chagny), Arthur Edmund Carewe (Ledoux), Gibson Gowland (Simon Buquet), John St. Polis (conde Philip de Chagny), Snitz Edwards (Florine Papillon), Mary Fabian (Carlott), Virginia Pearson (madre de Carlota), Carla Laemmle (Meg Giry). Guión: Elliott J. Clawson (Novela: Gaston Leroux). Música: Gustav Hinrichs. Fotografía: Charles van Enger, Virgil Miller, Milton Bridenbecker. Universal Pictures. Terror. Drama | Cine mudo. Ópera. Celos

Gaston Louis Alfred Leroux (París, 6 de mayo de 1868 – Niza, 15 de abril de 1927) fue un periodista y escritor francés, famoso por sus novelas de terror y policíacas tales como El fantasma de la ópera (Le Fantôme de l'opéra, 1910), El misterio del cuarto amarillo (Mystère de la chambre jaune, 1907) y su continuación El perfume de la dama de negro (Le parfum de la Dame en noir, 1908).

La trama gira alrededor de un ser diabólico llamado Erik que quedó malherido y desfigurado en la Revolución Francesa de 1848 y se refugia en el Palacio Garnier de París, dedicado a la Ópera. La novela es mucho más explícita que la película que nos ocupa en contarnos el pasado del temible fantasma que vive en pasadizos secretos. En 1916 ya se había llevado al cine en una versión olvidada de Ernst Matray, protagonizada por Nils Crisandher y Aud Nissen por lo que injustamente la versión que nos ocupa pasa por ser la primera adaptación sin serlo.

La película de Rupert Julian pasa por la excelente factura y la lujosidad de la puesta en escena. No hace falta añadir que la estrella, el gran Lon Chaney se luce como nadie en su atormentado papel. Otras versiones se rodaron después pero sólo se merece el recuerdo la adaptación para el canal 9 de la televisión argentina en 1960 a cargo del gran Narciso Ibáñez Menta, un genial actor al que por desgracia no se le ha hecho justicia.


La versión de 1925 fue rehecha en 1929 añadiendo escenas habladas pero el impacto de la original de 1925 permanece imbatible. De hecho es una de las obras maestras del gran Lon Chaney, una de sus interpretaciones más perfectas porque nadie sabía encarnar como nadie a ese ser marginado, maldito, quien debe de ocultarse a causa de su fealdad convirtiéndose en un monstruo.

Un monstruo que también tiene sentimientos, que también ama. Tiene su corazón y acaba enamorado perdidamente de una cantante novel con un gran futuro.

Erick o Erik boicota a Carlota, la prima donna a la que detesta por su falta de talento y sus aires de diva, ese ser ególatra que cree que el mundo gira a su alrededor.

La máscara de Erik refleja todo su sentimiento, debe ocultar su rostro con antifaces y máscaras. Ayuda mucho la creación de la atmósfera, del entorno. Esas mazmorras subterráneas a la que se accede en un bote de remos. El llamado goticismo basaba su relato en el misterio, sabían crear inquietud y mantener la atención del espectador algo que en filmes más recientes no se consigue por el abuso de efectos especiales que terminan por aturdir y sembrar confusión.

Aparte de la lectura fantástica o terrorífica de la película sobresale la vertiente romántica. La historia de un amor imposible, no correspondido a causa de la fealdad del personaje central que ama locamente a una mujer que le rechaza, que le tiene auténtico pavor. Ese amor incomprendido, no correspondido, imposible que lleva al fantasma a la desesperación más absoluta y le haga parecer cruel es enternecedora y triste.

Nos encontramos ante un ser que más que miedo produce lástima, piedad. Lon Chaney sabía como nadie tocar la fibra sensible del espectador de la época dándole un tono folletinesco al film que en su día arrasó y se ha convertido en todo un cláscio del género.

Salvador Sáinz