SÓLO SE VIVE DOS VECES (1967)

SÓLO SE VIVE DOS VECES. Título original: You Only Live Twice. Año: 1967. País: Reino Unido. Director: Lewis Gilbert. Reparto: Sean Connery (James Bond), Akiko Wakabayashi (Aki), Mie Hama (Kissy Suzuki), Donald Pleasence (Ernst Stavro Blofeld), Tetsurō Tamba (Tiger Tanaka), Tsai Chin (Ling), Teru Shimada (Mr. Osato), Karin Dor (Helga Brandt), Bernard Lee (M), Charles Gray (Dikko Henderson), Burt Kwouk (sicario Spectra), Lois Maxwell (Miss Moneypenny), Desmond Llewelyn (Q), Ronald Rich (Hans). Guión: Harold Jack Bloom & Roald Dahl (Novela: Ian Fleming). Música: John Barry. Fotografía: Freddie Young. Metro-Goldwyn-Mayer Studios, Inc. y United Artists. Duración: 117 minutos. Aventuras. Acción. James Bond. Espionaje

En 1967 la fórmula del bondismo, una explosión que provocó el rodaje de centenares de imitadores a cada cual más desafortunados, parecía haberse encallado. Sean Connery estaba harto de su papel, detestaba el encasillamiento, y además comenzaba hacerse ya mayor por lo que dejaba de ser adecuado para el personaje que le encumbró.

De hecho los años dorados del famoso agente 007 creado por Ian Fleming estaba ya a punto de acabar. Tras el filme que nos ocupa, el quinto de la saga “oficial”, se intentó cambiar de actor, pero George Lanceby fracasó con estrépito y el público fue injusto con la película 007 al servicio de su majestad. Tras unas duras negociaciones, Connery regresó por penúltima vez con Diamantes para la eternidad, ya que Nunca digas nunca jamás es un título apócrifo, y la productora le relevó por Roger Moore quien rodó seis cintas bastante divertidas pero inferiores a la era Connery.

Al envejecer Moore, aparecieron los Timothy Dalton, Pierce Brosnan y el actual Daniel Craig que no han hecho más que hundir al personaje y la serie ya en franco declive. La culpa no es de los actores, en realidad unos contratados que intntan cumplir como pueden su cometido, sino del agotamiento argumental. Se acabaron las novelas originales de Ian Fleming como base literaria y se recurrieron a argumentos originales creados por otros autores sólo preocupados por los beneficios económicos que por la calidad. Ninguno tiene ni de lejos la inspiración de Fleming, ni su imaginación ni su pericia. Aparte de que cambió el contexto, desapareció la Guerra Fría y una asociación criminal en la sombra como Espectra dejaba de ser creíble.

Mal acostumbrados a la agonía de la serie, a redescubrir al original James Bond interpretado por el genuino Sean Connery sentimos una gran alegría. Es como si rejuveneciéramos de nuevo a pesar de que los efectos especiales ya estén superados. Pero queda indeleble su encanto, su fantasía, su alma que en su día nos sedujo y que en la actualidad nos sigue atrayendo.


El inicio de la película es un (falso) asesinato del agente 007. Ya nos imaginamos su falsedad porque en caso contrario no tendríamos película. Tras unos títulos de crédito cantado por Nancy Sinatra, entonces de moda por su gran éxito These Boots Are Made for Walkin', entramos en acción. Vista actualmente la película se ve algo ingenua y su machismo infantil, pero a pesar de esta característica conserva íntegramente toda su magia.

La magia es algo que ha desaparecido de los últimos filmes de James Bond, más espectaculares pero poco o nada entrañables. El actual Bond es un sosias que conserva el nombre y nada más. Toda la maquinaria de efectos especiales asfixia la película y nuestra memoria no las retiene.

Todo lo contrario del filme que nos ocupa, un filme con unos personajes muy bien dibujados que enseguida te enganchan. El argumento gira alrededor de la carrera espacial y la guerra fría entre los dos bloques, el capitalista representado por los Estados Unidos y el comunista que representa la desaparecida Unión Soviética, entonces la segunda potencia mundial. Enmedio está la Gran Bretaña, la única que es capaz de desenredar todo el embrollo.

Connery está perfecto como James Bond, es muy creíble, y sabía hacerse fácilmente con el público. Están además las gracietas con Q y sus inventos así con la secretaria Miss Moneypenny. Dos personajes muy queridos por el público de la época.

Esta vez las aventuras tienen lugar en tierras orientales, concretamente en Japón. Las películas del agente 007 nos permitían conocer otros mundos, otras culturas y su forma de vida. En este caso una isla de pescadores japonesa.

La película en su día fue tratada de racista por la forma en que es presentada la cultura del Imperio del Sol Naciente. De hecho es una excusa para mostrarnos los Sentó (baños japoneses) o los combates de sumo. Recursos típicos del cine de la época como esas chicas orientales que hablan como si fueran tontas. Prejuicios afortunadamente superados por el cine moderno.

Así por fin vemos ninjas intrépidos que causaban asombro, persecuciones, lances, peleas y hasta combates aéreos, chicas Bond de ojos rasgados e increíblemente hermosas.

Todo es tópico pero funciona como un reloj. Es una película que sólo busca soñar, divertir, pasar un buen rato sin ningún complejo porque eso es en realidad el cine de James Bond, diversión pura y entrañable que en la actualidad despierta nostalgia y alguna sonrisa por la candidez de los efectos especiales realizadas por transparencias.

En aquella época los ordenadores eran desconocidos y no existían los efectos digitales, todo era artesanal y arriesgado. En definitiva nos encontramos con un espectáculo digno de su nombre. El mejor Bond en su salsa y en el cenit de su carrera. Pura diversión.

Salvador Sáinz