EL SIGNO DEL ZORRO (1940)

EL SIGNO DEL ZORRO  (ROUBEN MAMOULIAN, 1940)


I) DOS ZORROS MUDOS


La primera aparición cinematográfica del personaje de Johnston McCulley fue la muda “The Mark of the Zorro” (“La marca del Zorro”, de Fred Niblo (1920) con el mítico Douglas Fairbanks como don Diego de la Vega/Zorro. ¡Justicia para todos! Es el grito del Zorro al acabar de derrotar y ridiculizar a sus enemigos. La cinta se abre con un primer plano de la “Z” grabada en la mejilla de un soldado señal de la lucha contra la opresión y el racismo en California (otro soldado muestra la “Z” marcada por el misterioso enmascarado por haber pegado a un indio). Nadie puede imaginar que el “Zorro” y el afectado y amanerado aristócrata don Diego de la Vega son la misma persona……Gran éxito artístico y comercial (largas colas para ver la película con vigilancia policial para evitar tumultos). “Don Q, Son of Zorro” (“Don Q, Hijo del Zorro”, 1925) es la continuación del film de Niblo interpretado también por Douglas Fairbanks (también productor), aquí como César de la Vega, hijo de don Diego, el Zorro. La cinta ---- no basada directamente en las historias de Johnston McCulley sino en una novela de Hesketh y Cate Prichard, “Don Q´s Love Story”, editada en el mismo año de1925, sobre la cual Lotta Woods elaboró el definitivo guión ---- fue dirigida por Donald Crisp quien obtendrá un Oscar como actor en “Que verde era mi valle” (1941) del gran John Ford. El film resultó de más calidad que el primero y fue el cuarto título más taquillero de 1925.

II)- EL DIAMANTE: “EL SIGNO DEL ZORRO” (1940)

Después del éxito de “The Adventures of Robin Hood” (“Robín de los bosques”), de William Keighley y Michael Curtiz (1938) para Warner Bross, Darryl F Zanuck ---- mandatario y productor de la 20th Fox ---- pensó emularlo y pidió a Jack Warner (su homónimo en Warner) que le “prestara “su estrella Errol Flynn (algo increíble), cosa que Jack, por supuesto, se negó. Si pudo contar con tres actores de “Robín de los bosques”: Montagu Love (obispo de Black Canons en “Robín de los bosques”) como don Alejandro Vega, padre de don Diego, Basil Rathbone, siempre malvado, como capitán esteban Pascual (sir Guy de Gisbourne en “Robín…”) y Eugene Pallete repitiendo su rol de fraile: fray Tuck (“Robín de los bosques”) y fray Felipe (“El signo del Zorro”). El protagonista sería Tyrone Power quien, como el Douglas Fairbanks de antaño, bordó su papel mientras que Linda Darnell encarnaba a Lolita Quintero, sobrina del vil (y, además, atontado) alcalde don Luis- Basilio Quintero (J. Edward Bromberg). El bien tramado guión, a partir del relato de McCulley, “La maldición de Capistrano”, fue de Garret Ford, John Taintor y Bess Meredith (esposa de Michael Curtiz, corealizador de “Robín de los bosques”), la espléndida música a cargo de Alfred Newman, David Buttolph, Hugo Friedhofer y Cyril Mockridge y la formidable fotografía en blanco/negro de Arthur Miller que aporta un hálito romántico inigualable. A este respecto considero vergonzoso el caso de la reproducción en DVD (creo que es la única edición) coloreada y sin poder optar por el blanco/negro original (si lo respeta el cartucho del fallecido soporte Video VHS que afortunadamente poseo y pasé hace algunos años en un ciclo de “Cine-Fórum” parroquial).

La elección de Rouben Mamoulian (1897-1987) como realizador no podía ser más acertada.  Gran cuidador de los encuadres y siempre atento al lenguaje cinematográfico, pulido y elegante en su caligrafía fílmica (cosa que algunos espectadores, directores y otros profesionales del cine de hoy no saben lo que es), proveniente del teatro y hombre culto, aportó al cine un magistral uso de la cámara subjetiva, una fisicidad musical como pocas y un sonido realista perfecto. Nacido en Rusia llegó a ser un gran realizador escasamente estudiado. Solo realizó 16 largometrajes (de 1929 a 1957) además de ser el responsable de los más preciosos ballets filmados. Sus obras más destacables aparte de “El signo del Zorro” son “La feria de las vanidades” (1935), “Sangre y arena” (1941), “La reina Cristina de Suecia” (1933), con Greta Garbo, “El cantar de los cantares”, con Marlene Dietrich y “El hombre y el monstruo” (1932), con Fredric March, posiblemente la mejor versión cinematográfica del personaje de Robert Louis Stevenson junto con “Las dos caras del Dr. Jekyll” (1960) del británico Terence Fisher. Espero tener ocasión de hablar de nuevo sobre Rouben Mamoulian, un excelente realizador.
Precisamente fue “The Mark of the Zorro” (“El signo del Zorro”), 1940, su primer film para la 20th Fox, donde llevó a feliz término sus experimentos anteriores (sobretodo en “La Reina Cristina de Suecia”) en referencia al entramado sinfónico junto con la puesta en escena que de ella hace una estilización musical realizando un trabajo nada convencional. En realidad no parece un film de aventuras. Se ha hablado de las dos películas de George Sydney para Metro Golden Mayer, “Los 3 mosqueteros” y “Scaramouche” como films musicales/aventuras pero en realidad difieren enormemente aunque a primera vista parezca lo contrario: éstas son dependientes en demasía de la estética de M. G. M., algo totalmente distinto del film de Mamoulian. Alfred Newman fue nominado al Oscar por su acertada banda sonora.

El plano de obertura ya es declaración de principios: dos hileras de espadachines entrenándose parten en dos secciones el plano general ---- estamos en Madrid ---- seguidos de unos ejercicios de hípica donde se habla y apuesta por el joven Diego de la Vega; una carta en carácter urgente de su padre le obliga a dejar Madrid y volver a California. Sin buscar la fastuosidad ni la solemnidad el realizador con este conciso prólogo nos muestra a un protagonista que ha aprovechado bien las clases militares y es un perfecto jinete y espadachín, además de ser un activo galante, batirse en duelos por causas amorosas (se supone que no ha matado a nadie) y presente en numerosas fiestas de sociedad. Invita a beber a todos sus compañeros, se despide y antes de marcharse clava su espada en el techo (acto que repetirá al final de la película). Dos planos del barco en un romántico cielo nocturno anaranjado indican el viaje, complementado con un tercero al subirse a una barca que le llevará a la playa, empezando ya allí a oír habla mal y con temor del alcalde (él aún cree que es su padre y se sorprende). Algo ha cambiado en su California natal que dejó cinco años antes. Por fin descubrirá (Diego y el espectador, otro acierto de Mamoulian) de la dimisión de su padre como alcalde (en realidad fue presionado/obligado a dimitir) y conocerá la persona y catadura moral del sucesor, don Luis Quintero (acertada y voluntariamente extravagante interpretación de J. Edward Bromberg) y su hombre de confianza el capitán Esteban Pascual (soberbio Basil Rathbone). Estos explotan al pueblo, cobran impuestos excesivos y castigan duramente a quienes se atreven a protestar (llegando incluso a la mutilación de miembros). Mamoulian filma todo esto sin ceder nunca a la pomposidad de otras producciones de la época y de las millonarias actuales, tantas veces decantadas por el detallismo gratuito e inútil, cinematográficamente hablando, como si se quisiera enseñar la cuantiosa suma gastada en decorados y efectos especiales, muchas veces reyes de la función. Puesta en escena reposada y fluida a la vez que muestra (al espectador y al protagonista) la penosa situación sufrida por el pueblo. Es destacable el primer encuentro entre Diego y el capitán Esteban: plano general seguido de plano medio y al acercarse ambos plano/contraplano al iniciarse la conversación. A partir de ahí nuestro hombre decide tomar los modales de un asustadizo blandengue y pusilánime petimetre, amante de perfumes, abanicos, sedas y juegos de manos (después de esta primera impresión Luís Quintero exclamará “vanidoso pavo real”), totalmente contrario a la violencia, incluso la que comporta la defensa propia (la sola vista de un arma le produce horror). Diego decepciona a su familia al ofrecerle esta misma imagen; entra en la biblioteca donde su padre, fray Felipe y dos hacendados están hablando. El realizador dedica un plano general a todos ellos mientras el joven entra; a continuación el siguiente plano nos muestra el padre, la madre, Diego y el fraile y el tercer plano los dos hacendados solos. El lenguaje cinematográfico nos indica en el primer plano que los personajes están hablando de levantarse contra el poder del tirano Quintero, el segundo que Diego se relaciona con su padre y madre y con el clérigo (le había dado lecciones de pequeño) y el tercero que aparentemente no está con ellos; ahora es fray Felipe quien se enfada con él al verle hecho un miedoso y le llama “muñeco” y se ve la desilusión dibujada en el rostro de don Alejandro al tener un hijo así (además nuestro hombre subraya que el nuevo orden, por más despótico que sea, le va bien a él). Tiempo después aparecerá un plano con todos los personajes, Diego incluido, significante de que está con ellos aunque ignoren su otra personalidad. Es formidable la primera aparición de Diego como “Zorro” mientras los aldeanos duermen la siesta bajo la sombra y el sonido de un tambor les despierta: dos soldados, uno toca el tambor y el otro coloca un pasquín en la pared refiriéndose a la nueva subida de impuestos. Aparece un jinete enmascarado vestido completamente de negro que arranca el pasquín con la espada, desgarra la parte posterior del uniforme del soldado en forma de Z y le obliga a colocar otro anuncio donde firmado por el “Zorro” aparece la frase de “Alcalde ladrón y enemigo del pueblo”. Todos los adormilados despiertan y contemplan la situación.

Don Diego continuará relacionándose con el déspota Quintero, su familia y el chulesco y temible capitán Esteban. Hay una especie de triángulo amoroso: el capitán parece tener algo con la esposa de Quintero, Inés (Gale Sondergaard) que se siente al momento atraído por el petimetre recién llegado; por otra parte el militar y el alcalde quieren casar a la sobrina de este, Lolita Quintero, con Diego para tener más poder y dominio sobre el pueblo dada la buena reputación del antiguo alcalde y de la familia Vega pero la muchacha desprecia los modales del gomoso “mequetrefe” y en cambio se siente atraída por “El Zorro” que en una ocasión se ocultó en su habitación, la tranquilizó, habló con ella y se machó, ignorando como todos que el héroe justiciero y el amanerado cobardón son la misma persona.
Las escenas siguientes están resueltas con inteligencia y maña: el Zorro entrando en la habitación del alcalde y dejando la marca de la Z en la pared; asaltando la diligencia del tirano y apoderándose de todo su dinero; el combate a espada entre el capitán y el fraile, el primero logra desarmarle y le captura diciéndole: “Deberíais haber sino soldado y no cura”; el Zorro apoderándose del dinero rapiñado por el capitán Pascual y sus soldados; el encuentro  en la capilla entre Lolita y Diego vestido de fraile; la persecución a caballo y entre muchos otros logros el combate final entre el capitán y Diego, ahora a cara descubierta, rodada ejemplarmente con austeridad y de forma atemperada  sin buscar la espectacularidad por si misma (cfr. El duelo en el teatro Stewart Granger- Mel Ferrer en “Scaramouche”); el capitán Esteban cae abatido por la espada de Diego/Zorro y en panorámica la cámara sigue la lenta caída del cuerpo, se desprende un cuadro de la pared y aparece la marca de la Z que tiempo/secuencias atrás había punteado el Zorro con su espada……….

III)- OTROS ZORROS-
Antes de “El signo del Zorro” hay una producción de Nat Levine para Republic Pictures en 1936 “The bold caballero”, dirigida por Wells Root y protagonizada por Robert Livingstone como Diego/Zorro con guión del mismo Root según argumento de McCulley. Esta es la primera película sonora y en color y recaudó bastante en taquilla aunque no obtuviera el mismo éxito artístico- comercial de los dos films interpretados por Douglas Fairbanks (actualmente no se conserva ninguna copia en color).
La misma Republic financió los dos seriales que vinieron a continuación: “Zorro Rides Again” (1937) y “Zorro’s Fighting Legion” (1939), los dos realizados por hombres tan bien considerados dentro del mundo del cine por entregas como William  Witney, ayudado por John English (un grupo de cinco guionistas, algunos coincidentes, en cada uno de los dos títulos, adaptaron nuevas aventuras sobre el personaje de McCulley). Ambos constaban de 12 episodios de 15 a 20 minutos aproximadamente. Nuestro personaje fue interpretado en el primero por John Carroll y por Reed Hadley en el segundo. Una de las escenas más conseguidas del 2º serial --- considerado el mejor --- fue aquella en la que el Zorro logra pasar por debajo de una diligencia en movimiento, escena copiada hasta la saciedad en westerns y films de acción futuros. En Francia se estrenó como “Zorro et ses légionaires” en dos entregas con una duración total de 189 minutos. Ni “The bold caballero” ni los dos seriales se estrenaron jamás en España.
Mismo año del film de Mamoulian es “El Zorro de Jalisco”, de José Benavides Jr. Con Pedro Armendáriz, primera aproximación mejicana al tema mientras “El nieto del Zorro”, de Jaime Salvador (1947) era la segunda pero en plan de parodia (otras más temibles vendrían en el transcurso de los años) para lucimiento del cómico mexicano “Resortes”. En la misma década Republic insistía en sus seriales: “Son of Zorro” (1946), de Spencer Gordon Bennet, otro especialista en seriales, asistido por Fred C. Bannon (13 episodios de 15-20 minutos) y “Ghost of Zorro” (1949), dirigida por Fred C. Bannon, ahora en solitario (12 episodios de 15- 20 minutos) y al igual que los dos títulos de la década anterior invisibles en España. El primero estaba interpretado por George Turner y el segundo por Clyton Moore. Entramos en los 50 y nos encontramos con la primera cinta italiana dedicada al personaje: “Il Sogno di Zorro” (“El último Zorro”), de Mario Soldati (1951) con Walter Chiari (Zorro) enfrentado a un pérfido don Juan (Vittorio Gasman), narrada en clave e humor, resultando un film interesante, sin llegar a las cotas de la astracanada de la segunda parodia mejicana “Tin-Tan en la marca del Zorrillo” (1950), de Gilberto Martínez Solares para mayor exhibición del cómico Germán Valdés “Tin-Tan”. Cuatro seriales programó la Walt Disney para la TV americana a finales de los 50 (posteriormente fueron “arreglados” por la compañía para ser exhibidos en salas comerciales en dos largometrajes), el primero fue supervisado por Johnston McCulley que falleció a continuación en pleno apogeo de su personaje. La misma Walt Disney produjo cuatro especiales de 60 minutos cada uno para su emisión en el programa Walt Disney. Tanto los seriales como los especiales fueron interpretados por Guy Williams como don Diego/Zorro.

La década de los 60 se caracteriza por lo que Pablo Mérida denomina “Spaghetti- Zorros”. Hollywood empezaba a abandonar la explotación del western que pasaría a Europa, naciendo así el llamado Spaghetti-western”, gracias principalmente, de forma dudosa, a las aportaciones de Sergio Leone inseparable de la música de Ennio Morricone (“El bueno, el feo y el malo”, “La muerte tenía un precio”, “Por un puñado de dólares”), muy popular pero que a mi nunca me ha entusiasmado (especialmente cuando copia a Juan Sebastián Bach de forma pachanguera, poniéndose práctica y comparativamente en la cuerda de los Luis Cobos o Waldo de los Ríos, feroces e inclementes carniceros de la música clásica cuyas atrocidades seguramente no se hubieran atrevido a perpetrar de estar con vida los Mozart, Beethoven o Liszt, entre otros). De esta forma los Spaguettis- Zorro se incluirán en la lista de los Spaguettis- western.

Por supuesto la fiebre llegó a España. En 1961 un Jesús Franco en funciones de ayudante de dirección y guionista encuentra productor y concede la dirección a Joaquín- Luis Romero Marchent. Así nació “La venganza del Zorro”, con Frank Latimore como héroe enmascarado. Su estilo era el de un western (Romero Marchent era ya un realizador experimentado a diferencia de la década anterior cuando filmó los dos “Coyotes”). Su relativo éxito (gustó mucho a los jóvenes) hizo dar una 2ª vuelta al tema: “Cabalgando hacia la muerte” (1962), con Frank Latimore repitiendo de Zorro y con guión de Josep Mallorquí Figueroa, escritor del “Coyote”. Destacaba el oficio y la experiencia de Romero Marchent, director asimismo de unos cuantos westerns, tuvo una serie de críticas favorables y el film logró introducirse en el mercado anglosajón con el título de “The Shadow of the Zorro”, mismo título para la edición italiana, “L’ombra di Zorro” (=”La sombra del Zorro”). Era en realidad la primera de las coproducciones hispano-italianas sobre nuestro personaje. Después vendrán los tres títulos de José- Luis Merino, un artesano más que competente no reconocido del todo, con Charles Quiney como Zorro y la mezcla de figuras dispares y despropósitos de finales de los 60/principios de los 70 a los que fue sometido el personaje (“Eróticas aventuras del Zorro”, “El Zorro contra Maciste”, “El Zorro y los 3 mosqueteros”, etc.). Llegamos a 1974 donde aparece un Zorro para la TV americana, de Don McDougal y protagonizado por un (aún) desconocido Frank Langella que cuatro años después nos dará una notable interpretación en “Drácula”,  de John Badham, 1978), desde luego más sencilla y conseguida que la falsamente romántica versión de Francis Ford Coppola (1992). También relativamente destacable es la mediocre “El Zorro” (“El Zorro”, 1975), de Duccio Tessari y protagonizada por Alain Delon, obteniendo un destacable éxito comercial. Los dos últimos, filmados por Martín Campbell, “Mask of the Zorro” (“La máscara del Zorro”, 1998) y “Legend of the Zorro(“La leyenda del Zorro”, 2005) , con Antonio Banderas y Catherine Zeta Jones, es una mezcla de Joaquín Murrieta y el Zorro, poseyendo los típicos defectos del cine actual de aventuras: recreación de decorados, profusión de efectos especiales, vulgar y cansina interpretación, acción a toda velocidad que marea a los auténticos aficionados al cine, además adolece la existencia de un buen guión. Al menos podemos decir esto del primero; del segundo lo mejor es…..el silencio……

Narcís Ribot i Trafí


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